Esteban Ibarra, hace un magnífico
análisis sobre los cuatro grandes peligros a los que tiene que afrontar nuestro
sistema democrático. Peligros que, en ocasiones, se minimizan por
desconocimiento.
El
recuerdo de las víctimas de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils
junto al intento de asesinato terrorista contra Salman Rusdie nos
debe de invitar a repensar los procesos que devienen en fanatización en torno a
posiciones extremistas violentas, a la comisión de crímenes de odio y a los
actos de terrorismo.
Solo
entendiendo sus raíces y dinámica tendremos la oportunidad de achicar su
espacio de desarrollo y minimizar sus daños, pues para hablar de erradicar su
existencia supone situarnos en un análisis de otra dimensión que excede a esta
reflexión.
La
memoria y dolor de las víctimas de este atentado, que nunca debería de ser
utilizado para la infamia como sucedió por parte de algunos en las Ramblas, nos
debería llevar a preguntar que tenían en mente Younes y sus
afines de la célula yihadista construida por el imán de Ripoll.
Los
gritos de “morir infieles, morir judíos” según
conducía la furgoneta con la que arrollaba a los viandantes, asesinando e
hiriendo a muchas personas, nos mostraron su visión de odio a todo lo
que no eran ellos y la dimensión deshumanizada de su acción criminal.
Igualmente,
el atentado reciente que casi acaba con la vida del escritor indio Salman
Rusdi, a manos de un joven chiita en EE.UU., y las amenazas de muerte sufridas
durante 30 años, nos muestra como argumento, según el Ministerio de Asuntos
Exteriores de Irán, que el responsable de la acción homicida
es la propia víctima por escribir “Los versos satánicos”.
En
palabras de Nasser Kanaani, portavoz de ese Ministerio,
“Rusdhi provocó la ira pública al insultar el sagrado islam y a 1.500 millones
de musulmanes. Esta es su justificación de un crimen de odio
¿Y
solo sucede con el terrorismo yihadista? ¿Con los crimines de odio y otros
terrorismos como los de ETA, los neonazis u otra marca, no sucede?
El
enfoque fragmentado de su análisis nos impide desarrollar una visión de
conjunto, transversal, para interpretar y rechazar cualquier legitimación de
estas acciones. Son la misma praxis.
Comportamientos
justificados desde interpretaciones integristas o totalitarias que asientan la
base de un proceso de fanatización, hoy muy efectivo al contar con las
redes sociales y potentes coberturas de propaganda.
La
doctrina, el mito, la sugestión y la épica extremista del acto
violento, tienen muchos medios de propagación.
El
proceso de fanatización del sujeto criminal conlleva una adhesión rígida e idolátrica;
construye actitudes y conductas que desarrollan una pasión exagerada,
desmedida en defensa de una idea, teoría, creencia, cultura, estilo de
vida, etc.
El presidente de Movimiento contra la Intolerancia, Esteban Ibarra, identifica
en esta columna los peligros a los que la sociedad democrática se enfrenta y a
los que hay que vencer.
Es muy
visible en ámbitos integristas, ideológicos, incluso futboleros, cuya adhesión
incondicional a una causa, a su verdad única o a una persona, supera toda
racionalidad.
Con
objeto de imponer su voluntad puede ejercer cualquier acción de intolerancia,
incluido el asesinato. Tras numerosos crímenes de odio, actos de terroristas,
limpiezas étnicas y guerras se halla la intolerancia de muchos fanáticos.
Observamos
extremismos de perspectiva diferente pero de igual esencia, todos
contrarios a la armonía, a la moderación y al acuerdo, a la concordia y
tolerancia, a la convivencia democrática
La
senda de la intolerancia, sea cual sea su
forma, es por donde transita el proceso de fanatización. Conlleva
una actitud que supone irrespeto, desprecio y rechazo al diferente al que no se
considera su dignidad humana, libertad y derechos, y hacia el que se alimenta
un odio que puede acabar con su existencia, y claro siempre incorpora la
autovictimización.
Esa
senda por el que transcurre el proceso de fanatización del individuo, tiene
como horizonte adherirse de manera exacerbada al extremismo, muy alejado
de espacios sociales de consenso.
Observamos
extremismos de perspectiva diferente pero de igual esencia, todos
contrarios a la armonía, a la moderación y al acuerdo, a la concordia y
tolerancia, a la convivencia democrática.
Pueden
existir estos posicionamientos tanto en lo político, como en lo
religioso, cultural, ideológico, en lo ambiental,… con proyección
individual (“lobos solitarios”), en grupos de odio o de praxis
institucional.
Sobre
la bases de una polarización que nos divide y enfrenta en
torno a múltiples factores y ámbitos, este proceso de fanatización genera
dualidades antitéticas que viven en la confrontación, niega la necesaria
armonía de contrarios, vive de maniqueísmos profundos sobre lo bueno o malo,
alienta la exclusión ideológica y la hostilidad.
El
proceso de fanatización extremista, incluso llega a alcanzar la
justificación de la violencia.
Y
a es aquí donde el problema se agrava.
Si
la derivada extremista puede ser sostenida por multitudes fanatizadas y
evoluciona hacia la violencia, esta se enquista y autoreproduce, algo que es es
factible si la organización que lo impulsa y el discurso de odio realizado
tienen en su obediencia el uso estratégico de la violencia
Ante
este problema global que no es nuevo, ni exclusivo de una
colectividad, credo o nacionalidad, nadie es inmune a su crecimiento
y afecta a todas nuestras sociedades.
El
extremismo violento vulnera la condición humana, no hemos nacido para matarnos
los unos a los otros; acaba con la tolerancia y convivencia;
provoca fracturas sociales y políticas muy graves y profundas, e
instituye la amoralidad del “fin justifica los medios” y del “vale todo” para
alcanzar sus objetivos. Utiliza la mentira, la injuria y cualquier atributo de
quiebra ética, incluido el asesinato, interiorizando que “cuanto peor, mejor”.
No
surge de la nada.
Surge
de un radicalismo que glorifica la violencia. Se cultiva allá dónde se desprecian
los derechos humanos en la transformación social, donde anida
la incomunicación, el prejuicio, las narrativas de agravio y el
adoctrinamiento que alienta la intolerancia o en donde la exclusión social facilite
un terreno fértil para el auge del extremismo violento.
La
radicalización de la intolerancia es la
base de una siembra de actitudes y comportamientos sobre los que se riega el
odio y camina el fanatismo, transformando a los
seres humanos en una perspectiva maligna.
Lo
facilita el desarrollo de praxis totalitarias, integristas, racistas,
supremacistas, excluyentes o identitaristas, entre otras, que desestabilizan y
explotan creencias religiosas o ideologías para legitimar el uso de la
violencia, reclamar poder y fanatizar a sus seguidores. Y aunque sea diferente
el móvil del fanático, el extremista violento produce comportamientos
semejantes conforme a su esencia totalitaria, ya sea ultranacionalista,
ultraintegrista, ultraderechista o ultraizquierdista, entendiendo
por Ultra toda praxis cuyo objeto es ir “Más allá” de
la legalidad democrática y del respeto a los derechos humanos.
La
radicalización de la intolerancia es la base de una siembra de
actitudes y comportamientos sobre los que se riega el odio y camina el
fanatismo, transformando a los seres humanos en una perspectiva maligna
Hay factores
de empuje que conducen a los individuos al extremismo violento, como
la marginación, desigualdad o persecución, el acceso limitado a una educación
de calidad y la negación de derechos y libertades civiles, los agravios
ambientales, históricos y socioeconómicos; hay factores de atracción,
como los grupos extremistas, bien organizados con discursos convincentes y
programas eficaces que proporcionan servicios, ingresos y/o empleo a cambio de
la afiliación en un lugar al que pertenecer y una red social de apoyo;
hay factores contextuales que propician un terreno favorable a
la aparición de grupos extremistas violentos, tales como la insuficiencia o
ausencia de estado de derecho, la corrupción y la criminalidad, incluso factores
sectarios de identidad.
Es
importante señalar que en todo proceso de radicalización o fanatización,
el Discurso de Odio juega un papel estratégico central.
Fue
definido por el Consejo de Europa (1997) como aquel que “abarca
todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o
justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u
otras las formas de odio basadas en la intolerancia, incluida la
intolerancia expresada por agresivo nacionalismo y el etnocentrismo, la
discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y las
personas de origen inmigrante”.
El rol del discurso de odio en los
procesos de fanatización y construcción de situaciones y escenarios en
donde anida el extremismo violento, con la potencia comunicativa que se
despliega en Internet, redes sociales y otros ámbitos de las nuevas
tecnologías, revela su capacidad no solo para hackear la mente de las personas
sino para desplegar una dinámica agitativa y propagandista capaz de impulsar
potentes movilizaciones de apoyo en la sociedad e incluso para abrir escenarios
sociales, políticos e institucionales a nuevos populismos, extremismos y
opciones donde se manipulan sentimientos con el riesgo de enfrentamiento
total.
El
diagnostico de la UNESCO sobre el extremismo violento es rotundo, “constituye
una amenaza que no conoce fronteras, y pone de relieve la vulnerabilidad actual
de todas las sociedades frente a los retos de la intolerancia, el odio y
el miedo. No existe una única causa del auge del extremismo violento, ni una
única trayectoria que conduzca a su práctica. También sabemos que la “fuerza
bruta” no basta para contrarrestar una amenaza que se basa en visiones
exclusivas del mundo y en interpretaciones falsas de la fe, alimentadas por el
odio y la intolerancia. Necesitamos un «poder no coactivo».(…) No basta con
contrarrestar el extremismo violento: debemos prevenirlo”.
El diagnostico
de la UNESCO sobre el extremismo violento es rotundo, “constituye una amenaza
que no conoce fronteras, y pone de relieve la vulnerabilidad actual de todas
las sociedades frente a los retos de la intolerancia, el odio y el miedo»
Y
coincidimos en que: “nadie es un extremista violento de nacimiento.
Los extremistas violentos se crean y fomentan. Los jóvenes aprenden a
odiar y debemos enseñarles la paz. Los extremistas violentos promueven el
temor y la división; nosotros debemos responderles con oportunidades para la
implicación civil, con destrezas para el diálogo intercultural.
Los extremistas violentos predican la exclusión y el odio; nosotros
debemos enseñar derechos humanos, dignidad, tolerancia y solidaridad. Los
extremistas violentos se alimentan de la desconfianza y los miedos de los
demás, de la falta de confianza en el futuro. Nosotros debemos ofrecer a los
jóvenes, hombres y mujeres, un sentido renovado de pertenencia a la sociedad y
la comunidad mundial, con una nueva visión del futuro”.
CRÍMENES DE ODIO Y TERRORISMO
¿Qué
tienen en común la matanza terrorista de Barcelona-Cambrils, el
ataque homicida a Salman Rusdhi, el asesinato de Miguel
Ángel Blanco a manos de ETA u otros atentados como el de Barajas,
con la matanza racista de Bufallo, con la matanza
de Utoya (Noruega), del terrorista neonazi Breivick, con los
autores de los crímenes y matanzas antisemitas de París, con
los autores de las masacres de intolerancia en Florida y
de otros centros escolares.
Lo
sustancial no es que sean “locos”, aunque su personalidad sea de
sicópatas o sociópatas, lo relevante es que son personas construidas y
devenidas en fanáticos extremistas violentos; es un
proceso que se debe deconstruir, desde la educación, deslegitimando
la violencia, las políticas sociales y de seguridad adecuadas, y la ley
democrática. Es una lucha irrenunciable.
La
ONU en su Plan de Acción contra el extremismo
violento señalaba que la reiteración de la comisión
de crímenes atroces han llevado a las instituciones internacionales a
señalarlo como una posición individual o colectiva, antesala de los crímenes de
odio y del terrorismo, donde se asume alentar, absolver, justificar o
apoyar la perpetración de un acto violento para alcanzar objetivos políticos,
ideológicos, religiosos, sociales o económicos, constituyendo
una afrenta a los “principios de las Naciones Unidas, consagrados en los
derechos humanos universales y las libertades fundamentales.
El
Plan de Acción afirma que en los últimos años, el número de
atentados cometidos por extremistas violentos se ha elevado en todo el mundo.
Y
añade: “esta amenaza, no está vinculada a ninguna religión, nacionalidad,
cultura o grupo étnico en particular, afecta a la seguridad, el bienestar,
libertad y la dignidad de un gran número de personas que residen en países tanto
en desarrollo, como desarrollados, lo que constituye un riesgo de alcance
mundial para el desarrollo sostenible y una paz duradera. Las respuestas en el
terreno de la seguridad son importantes, pero, para que resulten efectivas
en el largo plazo, han de combinarse con acciones preventivas
globales y locales, que integren la educación, las ciencias, la cultura,
la información y la comunicación”.
Aunque no todos
los crímenes de odio son terrorismo, ni todo terrorismo es un crimen de odio,
existe un espacio compartido que son los crímenes de odio terroristas. Sin ir
más lejos, el nacional-revolucionario Breivick y los nacional-revolucionarios
de ETA, cometieron crímenes de odio terroristas por motivo ideológico
El
extremismo violento puede concretarse mediante su acción en crímenes de odio y
en terrorismo. Ambos no solo se relacionan por su matriz extremista, también
por sus efectos y la selección de víctimas y objetivos que pueden
compartir o simultanear.
Aunque
no todos los crímenes de odio son terrorismo, ni todo terrorismo es un crimen
de odio, existe un espacio compartido que son los crímenes de odio
terroristas. Sin ir más lejos, el nacional-revolucionario Breivick y los
nacional-revolucionarios de ETA, cometieron crímenes de odio terroristas por motivo
ideológico, como en otros casos ya mencionados
En
cuanto a los Crímenes o Delitos de Odio, este concepto
fenomenológico fue adoptado en 2004 por la OSCE, al objeto de poder construir
estadísticas para su prevención y posibilitar un confluencia jurídica, y lo
significa como: “toda infracción penal, incluidas las infracciones contra las
personas y la propiedad, cuando la víctima, el lugar o el objeto de la
infracción son seleccionados a causa de su conexión, relación,
afiliación, apoyo o pertenencia real o supuesta a un grupo que pueda estar
basado en la “raza”, origen nacional o étnico, el idioma, el color, la
religión, la edad, la minusvalía física o mental, la orientación sexualu otros
factores similares, ya sean reales o supuestos”.
A QUÉ NOS REFERIMOS EN ESPAÑA
CUANDO HABLAMOS DE DELITOS DE ODIO
En
España no está definido expresamente en el Código Penal; mejor, porque sería
excluyente. Cuando hablamos de delitos de odio nos referimos a una amplia
tipología que comprende la circunstancia agravante del 22.4 que ha ido
ampliándose hasta su actual redacción: “Cometer el delito por motivos racistas,
antisemitas, antigitanos u otra clase de discriminación referente a la ideología,
religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que
pertenezca, su sexo, edad, orientación o identidad sexual o de género, razones
de género, de aporofobia o de exclusión social, la enfermedad que
padezca o su discapacidad, con independencia de que tales condiciones o
circunstancias concurran efectivamente en la persona sobre la que recaiga la
conducta”. Y también alcanza diversos tipos específicos relativos a las
libertades y derechos fundamentales, nunca reducible solo al 510, como algunos
juristas erróneamente expresan.
En
relación al Terrorismo, el artículo 573 del Código Penal lo
define como: “la comisión de cualquier delito grave contra la vida o la
integridad física, la libertad, la integridad moral, la libertad e indemnidad
sexuales, el patrimonio, los recursos naturales o el medio ambiente, la salud
pública, de riesgo catastrófico, incendio, contra la Corona, (……) con
cualquiera de las siguientes finalidades: 1.ª Subvertir el orden
constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las
instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado,
u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de
hacerlo. 2.ª Alterar gravemente la paz pública.
3.ª Desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización
internacional. 4.ª Provocar un estado de terror en la población o
en una parte de ella”.
Observemos
que los Crímenes de Odio y el Terrorismo, no solo pueden compartir objetivos,
seleccionar víctimas, tambiéninteractuar, simultanear y realimentarse,
incluso construir acciones
híbridas como son los crímenes de odio terroristas que nos
muestran las matanzas de Búfalo, Utoya-Oslo, de Barcelona-Cambrils,
el crimen de Miguel Angel Blanco o de Rusdhi, entre otros.
Y
recordemos que ya la UNESCO planteó en 1995, «la intolerancia engendra violencia;
utiliza la violencia para imponer sus planes de exclusión y odio. La
intolerancia colectiva es una amenaza para el pluralismo, la democracia y el
imperio del derecho. Como en el pasado, la intolerancia ha conducido al
fanatismo, al fascismo y a la guerra y sigue haciéndolo actualmente. No hay
pretexto para la violencia, sobre todo cuando la violencia conduce a la única
situación que es irreversible desde el punto de vista médico: la
muerte”.
De
la sociedad depende, encarar el problema.
Esteban Ibarra (Presidente de Movimiento contra la Intolerancia)
https://confilegal.com/20220823-fanatizacion-extremismo-crimenes-de-odio-y-terrorismo-la-sociedad-debe-encararlos/