Comprobamos actualmente, con
alarma y preocupación, la expansión del discurso de odio, en especial en las
redes sociales; es un discurso radicado en la intolerancia al diferente, que
abarca todas las formas de expresión que propagan, incitan, promueven o justifican
el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo, la homofobia y otras
formas de intolerancia, incluidas las expresadas por motivo ideológico, por el
agresivo nacionalismo y el etnocentrismo, la discriminación y la hostilidad
contra las minorías y personas por su condición humana diferente.
El discurso de odio es
tan antiguo como la intolerancia entre personas y grupos humanos hacia su
expresión humana diversa. Es un discurso que anticipa la acción y
promueve estigmatizar, difamar, demonizar e incitar al odio, la
hostilidad, la discriminación o la violencia. Son conductas que
históricamente han acompañado o precedido a delitos y crímenes de odio, incluso
tragedias como el Holocausto o el Holodomor, la
limpieza étnica de los Balcanes, los genocidios en Camboya o Ruanda y tantos
otras estuvieron precedidas y sustentadas por discursos de odio que
legitimaron la exclusión y la violencia.
Quien defienda y se escude
en el ejercicio de la libertad de expresión para realizar
discurso de odio, está vulnerando los límites establecidos en los Derechos
Humanos y en el marco jurídico internacional y nacional porque la libertad de
expresión no es infinita, pues el derecho al insulto no existe, ni a dañar la
dignidad de la persona, ni a la hostilidad, ni a incitar a la
discriminación o la violencia.
Apoyado en el anonimato y en la
indiferencia social e institucional, alentado desde el fanatismo y sostenido
por la impunidad, el odio al diferente se está generalizando, tanto en
las democracias liberales como en los sistemas autoritarios, debilitando los
pilares de nuestra común humanidad. El discurso de odio constituye una amenaza
para los valores democráticos, la estabilidad social y la paz, porque desde ahí
se alimenta el crimen de odio, el terrorismo y la guerra, como lo expresa
las Naciones Unidas, y hay que hacerle frente en todo momento por una
cuestión de principios, valores y derechos humanos.
El silencio no puede tener cabida
y en el Día Internacional para contrarrestar el Discurso de Odio debemos
recordar el deber de erradicar el discurso de odio resulta crucial
para defender las libertades y derechos fundamentales y progresar en la
convivencia democrática que es plural, inclusiva y recoge la diversidad humana.
LIBERTAD DE EXPRESION NO ES
LIBERTAD DE AGRESION
Pongamos fin a la impunidad
del discurso de odio