lunes, 15 de octubre de 2012

Cronificación de la desigualdad: más de 83.000 personas viven al borde de la pobreza o la padecen en la capital


Tres de cada diez vallisoletanos viven «con lo justo» y lo peor es que sus perspectivas de futuro a corto y medio plazo son prácticamente nulas. Este porcentaje se traduce en que más de 70.000 personas viven en la actualidad al borde de la pobreza y cerca de 13.000 están inmersos en ella, lo que supone el 26% de la población, solo en una capital en la que el número de parados bordea los 30.000.
«El problema es que vamos a peor sobre peor desde hace cinco años y eso se está traduciendo en una cronificación absoluta de la pobreza por cuanto las únicas salidas laborales de estas personas pasan por trabajos precarios», según advierte el director provincial de Cáritas Diocesana, Jesús García Gallo. Solo esta organización maneja una bolsa de empleo de 1.800 parados, que reciben asistencia de orientación laboral, y atienden las necesidades, en colaboración con el resto de organizaciones sociales de la ciudad, de 10.000 personas cada año.
La crisis, al menos, tiene una vertiente positiva, como es el incremento de la solidaridad. «La sociedad es cada vez más generosa, y bienvenidas sean todas las aportaciones, pero los problemas actuales no se resuelven solo repartiendo dinero, ropa o comida –el centro de atención primaria de la calle José María Lacort atiende a 180 personas cada día–, aunque eso por supuesto es necesario, sino que hay que ir más al fondo de la cuestión», considera el responsable de Cáritas.
«Una gota en el océano»
García Gallo estima que con la actual red de ONG, al menos, se cubren las necesidades básicas de los más pobres entre los pobres, es decir, los indigentes que apenas tienen un techo bajo el que cobijarse. En su caso rozan los cuatrocientos.
El problema, a su juicio, «es el camino imparable hacia una sociedad cada vez más desigual y que estamos viendo que se agrava cada vez más». Así, por las parroquias y los servicios de Cáritas ven desfilar a diario a más y más personas que no responden al perfil tradicional previo al inicio de la crisis hace cinco años. «Nosotros atendemos en su mayoría al colectivo que se encuentra en situación de exclusión social, pero estamos viendo a personas con patrimonio –vivienda...– que no se caen del todo, pero que se encuentran con problemas en cuanto surgen imprevistos y se ven obligados a recurrir a nosotros para solicitarnos, incluso, comida porque si se ahorran 60 euros todos los meses, al menos, les soluciona algo».
Pero esa ayuda es solo una «gota de agua en el océano». De ahí que el director de la organización católica abogue por la formación y el trabajo como únicas salidas factibles de la actual situación de precariedad social. «La desestructuración familiar y la pérdida de esa cobertura está pasando una factura terrible para los trabajadores, sobre todo procedentes del auge de la construcción, que ahora ven cómo les resulta imposible salir de una pobreza moderada aún encontrando trabajo porque reciben salarios muy bajos y con contratos muy breves».
Salida de inmigrantes
Y eso que la situación en cuanto al empleo precario ha mejorado, al menos, en los últimos dos o tres años. «Dentro de la crisis lo peor llegó en 2009 y en la actualidad no es que la situación esté mucho mejor, pero sí hay algunas salidas en sectores que requieren baja cualificación como cuidados de mayores, hostelería y algunos trabajos puntuales de la construcción».
Esa falta generalizada de salidas laborales está suponiendo la salida del país de un buen número de inmigrantes. «La población extranjera sigue accediendo a cursos, pero con la idea cada vez más habitual de volverse a trabajar a sus países de origen, donde ni siquiera tienen está opción de recibir formación, pero sí pueden encontrar trabajo», explica Jesús García Gallo antes de matizar que «este tipo de ayudas no dejan de ser una forma de cooperación internacional que valoramos de forma positiva». En esta nueva situación se encuentran, sobre todo, marroquíes y sudamericanos.
Pero la bolsa de pobreza de la capital se nutre cada vez más de autóctonos. «Hay más nacionales y gente joven con baja cualificación que procede de aquel auge de la construcción anterior a 2008 y para los que la única salida pasa por acceder de nuevo al sistema educativo, que tiene que jugar un papel fundamental en su integración social», añade. En cuanto a la distribución de ese amplio volumen de 83.000 personas que viven al borde del abismo en una ciudad de 315.000 habitantes, la mayoría se concentra en los barrios más humildes, como Delicias, Pajarillos... Y es en ellos donde Cáritas apuesta por reorganizar el trabajo en las parroquias para encauzar la labor de sus voluntarios e «ir más allá de la mera colecta impulsando programas concretos para distintos colectivos».

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