viernes, 28 de marzo de 2014

No soy racista pero…

Prejuicios y estereotipos condicionan nuestra actitud hacia los demás, sobre todo si hablamos del “diferente”. Por ello es fundamental que exista un trabajo de Prevención contra el Racismo desde la educación.

Por Sara Serrano, activista del No Hate Speech Movement

Es bastante común escuchar la frase “No soy racista pero…” seguido de alguna afirmación bastante intolerante, basada en prejuicios o simplemente racista. Incluso a veces se recurre a la ironía y el humor, lo que puede ser mucho peor. Esta frase la has podido escuchar entre tus colegas, tu familia, en los medios de comunicación, a extraños en cualquier autobús o supermercado, en internet… Incluso puede ser que seas tú el que la diga. Y si no es esta frase, será alguna parecida como “No soy homófobo pero…”, “No tengo nada en contra de los musulmanes pero…”, “No soy intolerante pero…” pero, pero, pero… Empezar una oración diciendo “No soy esto pero…” significa algo tan sencillo como decir que de algún modo reconoces que lo eres aunque enseguida intentes contradecirte a ti mismo.  

Aun así, no se puede decir que todo el mundo que utilice esta frase sea racista pero, por alguna razón u otra, esta frase esconde tras de sí creencias y mitos basados en prejuicios y estereotipos que vamos interiorizando desde bien pequeños y que condicionan nuestra actitud de rechazo hacia la persona extraña, la considerada como “diferente”. Y me permito hacer esta afirmación basándome en mi experiencia como formadora en colegios e institutos. Trabajar temas como la diversidad y la interculturalidad en las aulas, te permite analizar la opinión generalizada entre los estudiantes. Es un tipo de racismo basado en estereotipos, muy común entre los jóvenes. Llegó un día en el que decidí tomar nota de los estereotipos que iba escuchando en las aulas, algunos de los más escuchados son:
“No soy racista pero los inmigrantes nos roban el trabajo y las ayudas”, “No soy racista pero los gitanos son ladrones o gente sucia”, “No soy racista pero no me gusta el olor de los negros”, “No soy racista pero los valores musulmanes son claramente incompatibles con otros valores”, “No soy racista pero quien no se adapte a nuestro país que se vaya”… y la afirmación que gana por goleada en la mayoría de opiniones es: “No soy homófobo pero nunca compartiría una habitación con uno de ellos”.

Como se puede comprobar, en general, existe una tendencia a generalizar y simplificar cuando hablamos de ciertos grupos de gente, principalmente cuando se tratan temas relacionados con raza, nacionalidad, origen u otros factores como las creencias o el género. 

Los estereotipos ligados a estos colectivos (migrantes, minorías étnicas o religiosas, por ejemplo) son frecuentemente negativos. Es lo que se conoce como “racismo inconsciente”, cada vez más normalizado en nuestra sociedad, en la que decimos que no somos racistas pero, de hecho, nuestros comentarios o actos son calificados como tal.

Para deconstruir estereotipos e identificar qué comportamientos contribuyen a fomentarlos, es muy importante trabajar en la educación. La educación formal y no formal es el primer paso en la defensa de los derechos humanos y en la lucha contra los estereotipos y los prejuicios normalizados en nuestra sociedad. Es muy importante trabajar estos conceptos desde edades tempranas, implementar una prevención del racismo y la intolerancia ya desde las aulas y profundizar en valores como el respeto, la aceptación y el aprecio a los demás.  El camino pasa por desarrollar estrategias que inviten a la gente en general a participar en debates, que ayuden a desarrollar un pensamiento crítico sobre los mitos y estereotipos más comunes y que enseñe que hay otras perspectivas, otras soluciones alternativas y otra parte de la realidad que no se ve.  

Afirmaciones como la de “No soy racista pero…” y actitudes intolerantes hacia los demás no pararán hasta que no se trabaje en la desaparición de esos estereotipos. Y como Mahatma Gandhi dijo: 
“Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras.
Cuida tus palabras porque se volverán actos.
Cuida tus actos porque se harán costumbre.
Cuida tu costumbre porque forjará tu carácter.
Cuida tu carácter porque formará tu destino
y tu destino será tu vida. “



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