Aunque en nuestro país carecemos de
estadísticas institucionales para realizar estimaciones oficiales sobre
sucesos de racismo, xenofobia y otras expresiones de intolerancia, basta
leer los periódicos o navegar por Internet para comprobar las numerosas señales
de fanatismo y la extensión de los numerosos incidentes por prejuicios y odio
al diferente. Estos hechos se confirman cuando personas afectadas de colectivos
vulnerables como sucede con inmigrantes, indigentes, homosexuales,
gitanos, musulmanes y otros colectivos culturales, sociales e ideológicos,
testimonian con su dolor las agresiones recibidas desde la intolerancia mas
extrema, por una criminalidad arrogante que se sabe trivialmente perseguida por
nuestro Estado de Derecho.
En efecto, durante los últimos meses se han
prodigado las movilizaciones xenófobas en distintas ciudades españolas,
explotando los prejuicios de un tratamiento incorrecto de la inmigración en
medios de comunicación y las expresiones poco éticas de referentes
políticos; hemos comprobado como grupos ilegales continúan realizando
conciertos de música racista con permisividad institucional
vergonzante; vemos ondear banderas neonazis en los fondos ultras de los
campos de fútbol sin que nadie mande retirarlas, además de incidentes notorios
y graves dentro y fuera de los estadios; observamos su propaganda ilícita, su
discurso de odio orientado a agredir a colectivos y personas señaladas por su
intolerancia y su arrogancia en Internet, en numerosas webs y foros que gozan
de impunidad, y mas grave aún, se han producido centenares de agresiones a
personas y entidades con numerosos heridos, incluso asesinatos como el de y
lesiones irreversibles como la que dejó tetraplejico a Miwa Buene; en definitiva, vivimos un serio rebrote de
acciones neofascistas en España, muy significativo en Valencia, Madrid
y Cataluña, que se caracteriza,
a diferencia de la década de los 90, por una fuerte y visible componente de
agitación y una dinámica de violencia mas clandestina, no reivindicada.
Sin embargo, siendo
todo inquietante, nos debe de empezar a preocupar la contaminación
social, política e institucional que está produciendo el discurso xenófobo,
cuyos mensajes estigmatizan y convierten en presuntos delincuentes al conjunto
de inmigrantes, satanizan la diversidad religiosa y privan a las personas de
colectivos diferenciados, de la igualdad de trato, y todo ello sin
defensa, porque no tienen derecho al sufragio, ni acceso a los medios de
comunicación. Se extiende un discurso, un lenguaje político y mediático,
éticamente muy incorrecto, plagado de tópicos e inexactitudes que no solo daña
a las minorías, nos daña a todos porque pone en peligro la convivencia social,
el proceso de construcción intercultural de la democracia y el desarrollo de
los valores de solidaridad, tolerancia y derechos humanos.
Pero no son solamente las instituciones
quienes yerran, también el propio tejido social que desde la responsabilidad
que tiene en el deber cívico de proteger los derechos humanos, adopta
posiciones de indiferencia ante hechos que no solo debería reprobar, lo que
debería es denunciar. Resulta mas preocupante cuando esas conductas de
intolerancia y hostilidad a la diversidad penetran o se acercan al ámbito
escolar, hecho difícil de evitar en tanto que la escuela vive en ósmosis con el
resto de la sociedad y si estas acciones están presentes en la calle, por
lógica acabaran proyectándose en el interior de los centros educativos. Sin
embargo percibimos que no se genera la reacción legal, democrática, pertinente
para protegerse frente manifestaciones de xenofobia e intolerancia, entendiendo
que la violencia o la incitación al odio, como los grupos que lo promueven, son
ilícitos en la escuela, en la calle y en las gradas del fútbol.
En consecuencia, para que no siga ganando terreno la intolerancia, ni
encuentre abono el fanatismo, evitemos con todos los instrumentos normativos a
nuestro alcance, así como con la imprescindible educación en valores cívicos y
en derechos humanos, que el pensamiento y la calculada agitación de odio se
instale en cualquier espacio social, especialmente en cualquier rincón de un
centro educativo. No olvidemos nunca que el racismo, la xenofobia, el
antisemitismo, la islamofobia, la homofobia y otras manifestaciones de
intolerancia no solo son inmorales, sino que además, son ilegales. La Educación
y la Justicia tienen la palabra.
Presidente
Movimiento contra la Intolerancia
Esteban Ibarra
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