Esteban Ibarra: ‘En España está creciendo la xenofobia y el odio
ideológico, con más de 200 crímenes desde que hay democracia y 627 grupos
violentos’
El presidente de Movimiento
contra la Intolerancia reclama una Ley Integral de Protección Universal de las
Víctimas de Delitos de Odio, para abordar esta lacra en todos los ámbitos desde
la prevención hasta la sanción y la asistencia a la víctima
«En España está creciendo la
xenofobia y el odio ideológico, con más de 200 crímenes desde que hay
democracia y 627 grupos violentos». Así lo advierte Esteban Ibarra Blanco,
presidente de Movimiento contra la Intolerancia, secretario general del Consejo
de Víctimas de Delitos de Odio, y codirector del Observatorio de Violencia
Política en Cataluña.
Ibarra destaca que los delitos de
odio están basados en la intolerancia al diferente, como afirman el Consejo de
Europa y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), y denuncia que son una
trágica realidad en nuestros días, en un contexto de crecimiento de la
polarización extremista, la xenofobia, el racismo, el antisemitismo, la
intolerancia con la libertad de religión y convicción, la misoginia, la
homofobia, la transfobia, el ultranacionalismo, el fanatismo ideológico, el
antigitanismo, el edadismo, entre otras conductas de intolerancia que niegan el
valor universal de la dignidad humana, sus libertades y derechos a la persona
por su diversidad.
Ante este problema, insta al
Gobierno a impulsar «sin más dilaciones» una Ley Integral de Protección
Universal de las Víctimas de Delitos de Odio, con capacidad jurídica para
intervenir con eficacia en todos los ámbitos, dimensiones y circunstancias, así
como para apoyar y proteger a las víctimas.
Una reivindicación que también ha
planteado al Defensor del Pueblo y a la Fiscalía General del Estado, quienes
«sí han mostrado comprensión hacia la necesidad de universalizar la protección
de la víctima del delito de odio».
En esta entrevista, Esteban
Ibarra hace una radiografía del problema y plantea medidas para combatirlo. Al
Gobierno, pero también a la sociedad en general, a la que pide solidaridad con
las víctimas.
En este sentido, parafraseando a
Elie Wisel, premio Nobel de la Paz y sobreviviente del Holocausto, destaca que
quien no recuerda, pierde su humanidad.
También explica en este diario
cómo nació Movimiento contra la Intolerancia, que es una asociación de derechos
humanos apartidista, apolítica, quienes la integran y qué iniciativas llevan a
cabo.
Y repasa algunos de los crímenes
de odio más sangrantes de la historia de España.
La asociación que lidera fue
creada a raíz del asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez, en el madrileño
barrio de Aravaca, que fue «el primer crimen de odio racista en nuestro país»,
del que el pasado 13 de noviembre se conmemoraron 30 años.
Ibarra la preside desde su
fundación.
¿Qué le parece que a una
persona negra, Vinicius, se le grite «mono» y eso quede impune? Usted fue el denunciante de estos hechos en
nombre de su asociación.
Me parece francamente mal e
inquietante, porque es un daño a la dignidad de la persona y eso está protegido
por el Código Penal.
La gente que estuvo gritándole
eso a Vinicius cometió un delito de odio del 510 del Código Penal, artículo que
protege a la persona, su dignidad y sus derechos fundamentales.
¿Y por qué lo ve inquietante?
¿Puede abrir la puerta a que este tipo de conductas se cometan en los estadios,
ya que esta en concreto se queda sin reproche penal?
Exacto. Mal mensaje se está
transmitiendo…
Considero que en este caso ha
habido un déficit en la investigación de estos hechos y también del control de
los aledaños a través de las cámaras de vigilancia y de la seguridad privada,
que tiene responsabilidad en todas las entradas al campo y, desde su
colaboración, puede ser testigo de estas situaciones.
Dentro del campo también hay
seguridad privada y cámaras, que posibilitan el control interior.
La resolución de la Fiscalía
revela unos déficits de seguridad preocupantes y una banalización del problema.
El representante del Ministerio
Público argumenta que gritaron «mono» unos segundos. También en unos segundos
se puede matar a una persona…
¿Qué radiografía hace del
problema del odio ideológico en España? Con cifras.
En nuestro país está creciendo la
xenofobia, el odio ideológico y otras formas de intolerancia, que desde la
democracia se ha saldado ya con más de 200 crímenes de odio.
Desde Movimiento contra la
Intolerancia advertimos del crecimiento de los extremismos y del fanatismo, del
peligroso crecimiento del discurso de odio antiinmigración, antigitano,
islamofobia y del antisemitismo en España, especialmente en redes sociales,
entre los jóvenes, como se desprende de nuestro Informe Raxen, de la última
encuesta de la Fundación FAD Juventud y del informe del Ministerio del Interior
sobre delitos de odio.
Esa reciente encuesta del FAD, en
línea con el resto de informes, arroja que el 25% de los encuestados tiene
prejuicios y actitudes de intolerancia xenófoba, antigitana e islamófoba y
rechazo a la diversidad, lo que supone un caldo de cultivo para comportamientos
peligrosos.
Llama la atención que el 5% de
jóvenes conteste sin rubor que ha insultado, se ha burlado o agredido por
intolerancia. Por tanto, vulneración de derechos, lo que es, en la mayoría de
los casos, un delito de odio.
Insisto, se está disparando el
discurso de odio y se va disparando ya la violencia. El pasado lunes hubo en
Madrid un asesinato de un menor, de 15 años, y otro de 21 quedó gravemente
herido con un tiro en el vientre a manos de un miembro de la banda Dominicans
Don’t Play. Las víctimas probablemente eran Trinitarios. Por tanto, miembros de
grupos juveniles de identidad que se matan entre unos y otros.
Desde Movimiento contra la
Intolerancia exigimos la protección universal de las víctimas y planes contra
el racismo y el antisemitismo, sin olvidar a las víctimas del odio ideológico
terrorista.
Estas conductas se han saldado
con crímenes de odio, como del caso de Víctor Laínez, en Zaragoza, quien
portaba unos tirantes con la bandera de España; el de Ely, de Valladolid,
víctima de homofobia, o Younes Bilal, joven marroquí asesinado por xenofobia en
Murcia.
Recordemos también recientes
crímenes con indicios de odio, como el de Samuel Luiz en La Coruña o el del
joven rapero con asperger Isaac López, en Madrid.
Desde la salida del Covid ha
habido muchos gestos contra de este tipo de conductas de intolerancia, pero no
se entra a erradicar el problema.
¿Percibe usted una actitud de
indolencia desde las autoridades políticas frente a esta lacra?
Desgraciadamente, sí. El Gobierno
y los ejecutivos autonómicos y locales tienen que tomarse en serio la lucha
contra el racismo, la xenofobia, el antisemitismo y toda forma de intolerancia,
y modificar su actitud de indolencia.
Nosotros llevamos más de tres
décadas reivindicando reformas legales, una mayor implicación de las
instituciones, más sensibilidad de los medios de comunicación hacia el problema
y que se fortalezca a las ONG que luchan contra el racismo y la intolerancia.
El Legislativo y el Ejecutivo
dieron la espalda a la protección universal de la víctima del delito de odio en
la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la
violencia, que ha conllevado la nueva regulación de los delitos de odio en los
artículos 22.4, 314, 510, 511, 512 y 515.4 del Código Penal.
¿Por qué?
Porque en la nueva redacción de
esos tipos penales se suprimió la cláusula general antidiscriminatoria que
había incorporado el anterior Gobierno socialista en 2018 -adecuándose al
mandato constitucional y a los Tratados Internacionales de Derechos Humanos- y
se ha producido un efecto de exclusión y discriminación hacia el resto de
víctimas que sufren delitos de odio.
Así, hay personas excluidas,
legalmente discriminadas de facto del Código Penal, como es el caso de quienes
sufren agresiones por su aspecto físico, por motivo de identidad cultural,
lingüística, deportiva, profesional, opinión, por origen territorial o
cualquier otra condición o circunstancia personal o social, protegidas
universalmente por la Constitución española.
Toda persona o grupo que sufra
una infracción penal por ser seleccionada en razón de cualquier característica
de la condición humana, ha de ser protegida por la Ley.
Exactamente, ¿qué es lo que
reclama al Ejecutivo?
Que impulse sin más dilaciones
una Ley Integral de Protección Universal de las Víctimas de Delitos de Odio,
para abordar esta lacra en todos los ámbitos desde la prevención hasta la
sanción y la asistencia a la víctima.
También se lo hemos planteado al
Defensor del Pueblo y a la Fiscalía, que sí han mostrado comprensión hacia la
necesidad de universalizar la protección de la víctima del delito de odio.
Es necesaria una estrategia
integral y planes transversales que vayan desde la educación hasta la seguridad
y desde los niveles estatales hasta los locales, de forma que todo el tejido
social e institucional de este país tenga un instrumento para defender los
derechos de las personas.
Por cierto, ¿usted ve delito
de odio en los enfrentamientos entre bandas? Habla de bandas juveniles, en vez
de decir latinas. ¿Es para no criminalizar al colectivo?
A mi juicio, sí hay delito de
odio. Y respecto a la otra cuestión, ha dado en el clavo.
¿Ve también delito de odio en
los ataques de algunos políticos de Podemos a los jueces tildándolos de
machistas?
Cuando hay ataques generalizados,
sí. Eso tiene una interpretación que podría caber en un concepto de delito de
odio como el que defiende la ONU: por cualquier factor de identidad.
Un factor de identidad pueden ser
los jueces.
Si lo que dicen es que hay jueces
machistas, es una opinión. Si las críticas van dirigidas a la institución, es
una opinión política, si se arremete contra los jueces o policías y guardias
civiles por su condición es delito de odio.
¿Quién es el interlocutor del
Gobierno en esta materia? ¿El ministro del interior?
No tenemos un punto de referencia
claro en el Gobierno. Por ello, reclamamos una Dirección General de apoyo a las
víctimas de crímenes de odio.
En materia de víctimas del
terrismo y de violencia de género, por ejemplo, sí hay figuras que centralizan
esa lucha. En cambio, en este asunto la interlocución está dispersa.
Recientemente, la delegada del
Gobierno en Madrid, María de las Mercedes González Fernández, ha informado que
en España tienen detectados 627 grupos violentos, a partir de la radiografía
que tiene el Ministerio del Interior. Esto me preocupa mucho.
¿Cómo se debe combatir esto?
Hay que evitar que nuestros
jóvenes se incorporen a los grupos violentos, se están incorporando gracias al
discurso de odio.
Para ello, hay que hacer un
trabajo intenso en la Educación de deslegitimación de la violencia y la
intolerancia.
¿No se están llevando a cabo
programas educativos en este sentido?
No, salvo alguna excepción. Y son
necesarios para alumnos de 11 años en adelante, para fijar en ellos el rechazo
a la violencia, para deslegitimar la violencia y la intolerancia.
¿Qué más plantea para combatir
a estos grupos?
Perseguir a las estructuras organizadas
que promueven el odio y la violencia (514.4 del Código Penal).
Me refiero a los ultras de
fútbol, bandas juveniles, bandas extremistas de ultraderecha y de
ultraizquierda, entre otros grupos que son capaces de practicar la violencia
contra el diferente.
Ponga apellidos a la violencia
que se está produciendo.
Agresiones a inmigrantes, por
motivo de homofobia, sobre todo transfobia, por odio ideológico y violencia
política, como se denuncia en Cataluña con el tema de la hispanofobia.
Hay agresiones a miembros de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado estando fuera de servicio y a sus
familiares. El caso más sonado de los últimos años ocurrió en Alsasua.
También se producen agresiones a
discapacitados, a ancianos y a personas sin hogar. Y ataques a gitanos, a raíz
de un delito de uno, se ataca a todas las familias criminalizando a todo el
colectivo.
También hay ataques, robos y
violaciones por parte de algunos menores extranjeros no acompañados (menas).
¿Le preocupa también esto? ¿En este caso detecta que se criminaliza al
colectivo?
También me preocupa. Y sí,
hablamos de conductas delictivas de personas concretas, que no se criminalice a
todo el colectivo, como a veces está sucediendo.
En las movilizaciones contra el
terrorismo decimos «vascos sí, terroristas no». Y aquí hay que decir
«inmigrantes sí, delincuencia no».
Hay que acometer el problema, lo
que no podemos hacer es criminalizar a 6 millones.
Más de 30 años lleva usted
luchando contra los delitos de odio. ¿Qué le llevó a dar este paso? ¿Cómo nació
Movimiento contra la Intolerancia?
En los años 70 las condiciones de
dureza que se vivían al final de la dictadura y en la transición me llevaron a
meterme en el mundo de las libertades y derechos humanos cuando tenía 16 años.
Empecé con estas acciones a
finales de los 80, desde una pequeña emisora de radio ecologista y pacifista
llamada Onda Verde, que no tenía ni permisos. Yo era el director de esa red de
emisoras de radios libres y empecé a denunciar desde ahí el crecimiento de los
comportamientos racistas y xenófobos.
¿Usted tuvo problemas durante
el franquismo?
Sí, me detuvieron durante mi
etapa estudiantil.
¿Por qué?
Porque detenían al movimiento
estudiantil. Aquello supuso que no pude finalizar la ingeniería de minas,
porque prácticamente me bloquearon en la escuela. Después inicié estudios como
economista.
En los años 80 me movilizaba
contra contra los bloques militares y contra la carrera de armamentos nucleares
y defendía públicamente los derechos humanos desde aquella emisora, y a finales
de los 80 empezamos a denunciar el crecimiento del racismo y la xenofobia.
En los 90, desde las
instituciones del Gobierno -entonces también gobernaba el PSOE- me propusieron
coordinar las primeras campañas que se hicieron en España contra el racismo y
la xenofobia, y lo hice. Nos apoyó mucho la ministra de Asuntos Sociales de
entonces, Matilde Fernández.
En aquella etapa se produjo el
asesinato de Lucrecia Pérez y le dije a mis compañeros que las campañas se las
llevaba el viento, que no tenían efecto y les propuse crear una organización
para hacer un trabajo fundamentalmente de deslegitimación de la violencia y de
la intolerancia y para ayudar a las víctimas. Así nació Movimiento contra la
Intolerancia.
¿Y quién más hay detrás de
esta asociación?
Víctimas de delitos de odio,
entre ellas la hija de Lucrecia Pérez, Kenia Carvajal, que hacen un importante trabajo
de apoyo a víctimas y de sensibilización para que se denuncien estos
casos.
Kenia Carvajal tenía 6 años
cuando mataron a su madre, entonces estaba en República Dominicana con su
padre. Años después vino a España y la incorporé a la asociación, que también
integran muchas personas del mundo de la educación social.
¿Y qué iniciativas llevan a
cabo?
La más importante de todas es de
educación para la tolerancia. Visitamos entre 1.000-1.500 centros educativos
cada año. La asociación está presente en Andalucía, en Valencia, Aragón, en
País Vasco… prácticamente en toda España.
Educar para la tolerancia
implica, por un lado, la enseñanza de los derechos humanos, y por otro,
respetar, aceptar y apreciar la diversidad de las personas.
¿Y pide que se implante esto a
nivel nacional?
Sí. Pedimos una apuesta
extensiva.
¿Y qué le diría al que pueda
pensar que lo que usted quiere es hacerse rico con esto?
Que yo ya me jubilo el próximo
año, aunque eso no quiere decir que deje de ser presidente.
Estoy en edad de jubilación, no
de enriquecimiento…
¿Qué más actuaciones realizan?
De atención a las víctimas.
Se ponen en contacto con nosotros
fundamentalmente a través de dos páginas webs: educatolerancia.com e informeraxen.
También tenemos una web llamada Movimiento contra la Intolerancia.
Además, impartimos cursos a
profesionales, entre ellos policías, guardias civiles y operadores jurídicos.
¿En qué consisten esos cursos?
En identificar el delito de odio,
los tipos penales a los que afectan, se dan temas de criminología del odio,
para ver cuándo un delito es un crimen de odio, y se aborda la realidad de la
víctima del delito de odio, porque es una víctima singular.
Cuando, por ejemplo, a una
víctima la han golpeado o le han cometido un delito un grupo, una organización,
esa persona corre el riesgo de represalias por haber denunciado.
¿Alguna iniciativa más?
Sí. También creamos materiales
didácticos para luchar contra la intolerancia y los delitos de odio, quizás los
más importante de Europa. Como organización somos miembros del grupo asesor en
materia de delitos de odio de la Unión Europea.
A nivel nacional nos reunimos con
los grupos políticos y otras autoridades para incidir política y
legislativamente. Por ejemplo, hemos participado en la elaboración de la Ley
contra el racismo, la violencia y la intolerancia en el deporte, y en la fase
inicial de la ley de igualdad de trato y no discriminación, entre otras.
Nuestras reivindicaciones han
dado lugar a la creación en 2011 de la Fiscalía de Delitos de Odio, y de
numerosos observatorios en España sobre racismo e intolerancia.
También fue una reivindicación
nuestra la creación de la oficina nacional de lucha de delitos de odio.
Entonces estaba de ministro Jorge Fernández, lo planteé abiertamente y me
hicieron caso.
¿Ha cambiado mucho la
situación desde entonces, en estos últimos 10 años?
Sí, por las redes sociales y los
instrumentos tecnológicos que han irrumpido, que hacen que las conductas
malignas se multipliquen a más velocidad que la acción positiva, solidaria,
benévola.
Además de crecer el problema, se
está produciendo una juvenilización, como decía. Cada vez son más jóvenes los
que forman parte del problema. Cada vez más menores, adolescentes y jóvenes son
partícipes de este tipo de conductas violentas.
Pintan mal las cosas. Veo un
horizonte preocupante.
Volviendo al pasado, ¿podría
recordar algunos de los los crímenes por odio ideológico más
sangrantes de la historia de nuestro país? Que no caigan en el olvido.
Me alegra que me haga esta
pregunta. Como decía Elie Wisel, premio Nobel de la Paz y sobreviviente del
Holocausto, quien no recuerda, pierde su humanidad.
Uno de los asesinatos más brutales
que ha habido fue a una persona transexual llamada Sonia Palmer. Ocurrió en
1991, en el Parque de la Ciudadela (Barcelona). Un neonazi le reventó la cabeza
a palos.
Si hablamos de personas sin
hogar, una paliza brutal, también de un grupo fanático, fue a Rosario Ingrinal,
la quemaron viva. Y a Antonio Nicol, a quien le destrozaron el cerebro. Ocurrió
en Atocha.
De crímenes de odio a inmigrantes
está el caso de Lucrecia Pérez, que fue matada a tiros por un grupo de
neonazis.
De crimen misógino está el caso
brutal de Beatriz Agredano, una joven de 21 años, que era secretaria. Cuando
volvía a su casa la secuestraron y le reventaron la cabeza. También ocurrió a
finales de los 90, fueron años muy duros.
Y por odio ideológico está el
caso de un joven que se llamaba David González, al que mataron unos nazis, en
Moncloa, delante de mucha gente. Me produce mucha frustración porque nunca
encontraron a los autores.
¿Con qué llamamiento quiere
terminar esta entrevista?
Que se haga un esfuerzo colectivo
para deslegitimar y condenar cualquier conducta violenta, del tipo que sea. Un
llamamiento que hago a las instituciones, al sistema educativo, a las
asociaciones, a los medios de comunicación y a la ciudadanía en general.
Tenemos que respetar la dignidad
y los derechos humanos de todas las personas, así como favorecer y practicar la
tolerancia. La tolerancia, hay que decirlo, no es permisibilidad del delito,
sino respetar, aceptar y apreciar que los humanos somos diversos.
La culpa de esto la tiene quien
no educa.
Al Gobierno le pido que proteja
universalmente a todas las víctimas del delito de odio, porque estas conductas
van en aumento, y así lo prevé también la ONU.
Además, debe crear una figura que
centralice el apoyo a las víctimas de crímenes de odio, esto lo echamos en
falta y lo pedimos encarecidamente. Una dirección general para el apoyo a las
víctimas de los delitos de odio.
Transitamos por peligrosos
momentos que requieren el compromiso de todos para impedir la eclosión de la
intolerancia.
Hay que concienciar a la sociedad
de la solidaridad con la víctima.
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