El antisemitismo existe, está en y junto a nosotros, crece y se expande
mas allá del conflicto israelo palestino; eclosiona en redes, capilariza en
declaraciones de partidos políticos y se proyecta en internet y en los medios
de comunicación, además de protagonizar violencia en todo el mundo,
especialmente dirigida a los lugares de culto, empresas y representantes de la
cultura judía. Se cometen asesinatos,
atentados terroristas, incluso masacres, aunque ha sido la del 7 de octubre,
acción criminal y sádica nunca antes conocida y sufrida desde la Shoah
(Holocausto). Si entendemos la intolerancia como todo comportamiento, forma de
expresión o actitud que niega al diferente, el antisemitismo es su métrica, su
manifestación histórica más extrema.
La sempiterna negación y banalización
del Holocausto, ahora mediante la reactualización revisionista, apoyada por
la negación del derecho a la existencia
de Israel junto a nuevas teorías de conspiración como la del caso Kalergi y
la criminalización persistente hacia el judaísmo,
se abren nuevas perspectivas a un Antisemitismo
Global con el que enraíza el terrorismo, ya sea en su versión yihadista,
neonazi o extremista. Crece el odio a los judíos y el discurso antisemita,
aumentan los ataques a personas, sinagogas y cementerios, a sus bienes y
comercios, crece el miedo ante la indiferencia general
La existencia de Israel es el nuevo
fundamento antisemita desde 1947, alimentado por tres vectores distintos:
sea el extremismo integrista fanáticamente liderado
por grupos que practican el terrorismo yihadista, sea el posicionamiento de
una ultraderecha reactualizada con el neonazismo, o bien sea desde posición de
intransigencia del izquierdismo que con la bandera del “antisionismo” concluye
con un no al pueblo judío y a su derecho de autodeterminación, afirmando que la
existencia del Estado de Israel es un proyecto colonial y genocida.
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