Castilla y León ,
comunidad construida en diversidad y pluralidad, el lugar idóneo para hacer
esta declaración de principios, hoy 21 de Marzo, Día Internacional contra el Racismo, declarado
por la Asamblea General de Naciones Unidas,
y que nos invita al compromiso colectivo para la erradicación de esta
lacra social.
Fue un 21 de marzo de
1960, cuando la policía racista de Sudáfrica abatía a tiros a centenares de activistas
que reivindicaban el fin del Apartheid, su libertad, sus derechos humanos y
libertades fundamentales. Nelson Mandela pasó 27 años en prisión en su lucha
incansable para la dignidad del pueblo Surafricano y su presidencia puso en
valor, que la memoria es compatible con la concordia, y que una democracia solo
es posible si todas las personas que habitan su territorio, ven sus derechos y
libertades fundamentales protegidos y garantizados.
Nuestra carta magna
es la fuente de principios fundamentales que apuntalan los valores de nuestra
democracia, cuyo epicentro es la protección de la dignidad de las personas, con
independencia de su origen étnico, de su procedencia o cualquier forma de expresión de la condición
humana.
Pero Europa no está
haciendo bien sus deberes derivados de los compromisos humanistas alcanzados en
1945, asiste, desmemoriada, a una crisis humanitaria que definirá lo que somos.
Millones de refugiad@s necesitan asilo en nuestra tierra. De las decisiones
adecuadas de las autoridades públicas dependen la vida y la muerte de
centenares de miles de personas, hombres, mujeres, niños y niñas. Demasiadas
personas han perecido en el Mediterráneo, en esa ruta hacia esta tierra
prometida que presume en su carta de derechos fundamentales de garantizar su
seguridad.
Desde Castilla y León,
exigimos que la política hacia los refugiados e inmigrantes, sea en primer
lugar salvar vidas, estar a la altura de estas circunstancias históricas y
asumir nuestra responsabilidad en su acogida, deslegitimar el discurso de odio
y la narrativa que persigue criminalizar o sembrar miedos, sin fundamento,
entre la población.
No hay nada más
venenoso para la democracia que una idea que deshumanice a una persona. El
racismo y la intolerancia persiguen quebrar el concepto mismo de humanidad.
Ponen en marcha una narrativa que sistematiza la negación de la dignidad y
derechos, la discriminación, la violencia, y el odio.
El racismo cuando
fluye en las redes sociales, en los medios de comunicación, o en cualquier
forma de expresión produce violencia. Una violencia contra colectivos
vulnerables, en forma de delitos de odio que, en el último informe de la
Secretaria de Estado de Seguridad, recoge una mayor incidencia en aquellos de
motivación racista. Además, la
lucha contra la islamofobia y otras formas
y manifestaciones de intolerancia es una prioridad moral que además
mejora la seguridad colectiva.
Apuntalar la
convivencia y reforzar, mediante acciones concretas el valor de la Tolerancia,
entendida como aceptación, aprecio y respeto a la diversidad, propiciará un
mayor bienestar para tod@s, en el que será menos probable la radicalización que
conduzca a la violencia.
Todo lo que se haga
será poco para hacer prevalecer la Tolerancia sobre el racismo, pero al menos
reafirmamos nuestro compromiso en la lucha sin cuartel contra toda forma de
intolerancia y a favor de reforzar y hacer reales los derechos humanos y
fundamentales de todas las personas que viven en esta tierra.
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