¿Qué
relación detectáis entre la violencia y el deporte?
Llevamos analizando el racismo y la violencia en el deporte desde los
años 90, cuando empezamos a comprobar que los fondos ultra de los estadios de
fútbol se estaban convirtiendo en viveros de grupos neonazis, sobre todo, para
la captación y adoctrinamiento de las personas más jóvenes.
Ha habido multitud
de casos de violencia, tanto en el fútbol profesional como en el de
aficionados: los insultos racistas, xenófobos y homófobos son habituales en
cualquier partido. La semana pasada, un árbitro tuvo que dejar su profesión por
los insultos y humillaciones que sufría desde que salió a la luz que es
homosexual.
Hace quince días, un hombre falleció en Calatayud tras una pelea
entre padres de dos niños jugadores de fútbol después de un partido. En marzo,
unos aficionados del PSV Eindhoven holandés vejaron a un grupo de mujeres
gitanas rumanas que pedían limosna en Madrid en un caso claro de aporofobia,
que es el odio por cuestiones económicas, muy frecuente entre los hinchas de
fútbol.
También hemos conocido agresiones organizadas antes y después de los
partidos; es lo que denominan “irse de caza”: ir a buscar y dar una paliza a
personas que duermen en la calle, a inmigrantes en situación irregular o a
homosexuales.
Dentro de los estadios, además de los insultos, son muy típicos
los cánticos, tanto para animar como para denigrar. Las pancartas y las
banderas que contienen cierta simbología serían un tipo de violencia, de
incitación al odio, más subliminal. Incluso ha habido casos de agresiones de
hinchas de un club a jugadores de su propio equipo, lo que demuestra que
algunos grupos son sólo una excusa para tener un espacio donde fanatizar a los jóvenes.
La relación entre la violencia y el fútbol es evidente en Europa.
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