«Las chicas buenas van al cielo y las otras a todas partes», reza la
camiseta que Elena de la Fuente Estébanez, con su pelo morado feminista,
su férreo currículum social, se ha enfundado hoy para celebrar –junto a
compañeras del colectivo– los 25 años de la Asociación de Mujeres de La Rondilla,
una entidad que apunta al relevo generacional, que se halla inmersa en
«nuevos retos» y que confía en atraer a más jóvenes que se enganchen a
la causa que en 1993 emprendió un grupo de mujeres del barrio. «Hemos
evolucionado, claro, hemos conseguido mucho y puede que haya jóvenes que
no sientan la necesidad de luchar... pero hay cosas que nos preocupan: los asesinatos de mujeres, el acceso al mercado trabajo y la conciliación laboral, el machismo entre adolescentes»,
cuenta la presidenta, Mauri García Vecino, nacida en 1950, los dos
apellidos consignados «porque tenemos madre» y una de las pioneras de
una asociación que se fundó por «la necesidad de hablar y de ser
escuchadas» en un tiempo en el que la voz de la mujer «necesitaba
altavoces potentes para ser atendida».
«Estábamos cansadas y hartas del tú no sabes,
para qué te metes, qué vas a decir si no tienes ni idea», cuenta
Mercedes García Viejo, una de las veteranas del colectivo, al que se
sumó apenas seis meses después del nacimiento del grupo en febrero de
1993. El germen estuvo en la asociación vecinal del barrio. «El problema
es que todas las asambleas en las que se tomaban las decisiones se
celebraban a última hora de la tarde. Eran otros tiempos. Las mujeres
nos íbamos a hacer la cena y no podíamos participar», rememora Elena,
quien recuerda que esa sensación de impotencia, esa necesidad de
contribuir con sus ideas, animó a crear un grupo específico de mujeres
«que opinara sobre cómo mejorar el barrio y que fuera punto de encuentro».
La
Rondilla era un ecosistema perfecto:un barrio obrero, combativo,
reivindicativo, con cientos de familias llegadas de los pueblos que
necesitaban establecer redes vecinales.«Muchas mujeres se habían
dedicado toda su vida al cuidado de la familia y necesitaban salir, encontrarse con otras mujeres, compartir sus ideas»,
explica Candelas Gutiérrez López. También abrirse al mundo. Mejorar su
formación. «Tuvimos la inteligencia de atraer a muchas mujeres con una
oferta de talleres que les animara a salir de sus casas:corte y
confección, cestería, pintura, cerámica. Después, lo demás ya vendría
dado». Lo demás eran foros de debate y jornadas reivindicativas.
Más información y fuente de la noticia aquí
0 comentarios:
Publicar un comentario