La expresión “contra la violencia sexual en los conflictos” engloba todo tipo de atrocidades a las que se ven sometidas sobre todo mujeres, niños y niñas de manera indirecta o directa en los conflictos armados; conflictos que se van perpetuando en el tiempo, y que ponen en peligro la seguridad y la paz global; conflictos armados donde la mujer es objeto de la violencia sexual en sus múltiples formas: violaciones, prostitución forzada, esclavitud sexual, matrimonios forzados, esterilizaciones forzadas, abortos, mutilaciones, torturas y asesinatos.
Estas prácticas, todas ellas vulneraciones muy graves de los Derechos humanos y ejemplos de la depravación humana, suelen ir acompañadas de otras prácticas igualmente abominables como saqueos, torturas y tratos degradantes e inhumanos.
Las víctimas son mujeres, niños y niñas que con frecuencia pertenece o se cree que pertenecen a una minoría política, étnica o religiosa, y son atacadas por su identidad de género o por su orientación sexual.
Una preocupación constante es que el miedo y el estigma cultural convergen para que la inmensa mayoría de los supervivientes de la violencia sexual relacionada con los conflictos no denuncien esa violencia. Los profesionales sobre el terreno estiman que por cada violación denunciada en relación con un conflicto, hay entre 10 y 20 casos que quedan sin documentar.
Visibilizar la violencia sexual en conflictos armados no solo es necesario sino urgente, hay ponerla en el centro para el debate y no dejar que caiga en el olvido, a pesar de que suceda en otros territorios y que, con demasiada poca frecuencia, se muestre en los medios de comunicación.
Lo que no se nombra, no existe y el silencio del que se alimenta, recae sobre todo en los cuerpos de mujeres y niñas de todo el mundo que la sufren.
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