Todos los años, durante la
celebración del Día Internacional para
la Eliminación de la Discriminación Racial, el 21 de marzo, se suele hacer
balance a nivel mundial, regional y en cada país de la situación frente a esta
lacra, evaluando los avances o retrocesos en la erradicación de este grave
problema que ha llegado a generar grandes tragedias como el Holocausto y otros
genocidios durante el siglo pasado, junto a una persistente criminalidad hacia
las libertades y derechos humanos de las víctimas del odio racial.
Llama la atención que, desde la
gran movilización en EE.UU. –y por extensión a todo occidente–, tras el brutal
asesinato de Georges Floyd en
Minneapolis por unos policías que fueron expulsados y condenados, la
movilización se fuera diluyendo hasta incluso caer en el olvido.
Sin embargo los crímenes racistas
se han seguido cometiendo, tanto en este país como en otra parte del mundo, y
sorprende su escaso eco porque la
criminalidad racista no ha sido erradicada.
La Unión Europea, desde la
sensibilidad hacia su trágico pasado y coincidiendo con este contexto de
movilización de la ciudadanía por este caso que conmocionó a nivel mundial,
aprobó un importante Plan de Acción
contra el Racismo para aplicarlo durante el quinquenio 2020-2025, con la divisa “Unidad en la diversidad” en donde llamó a luchar
contra la xenofobia y el racismo,
coincidiendo en el tiempo con la movilización frente a otra forma de
intolerancia como es el antisemitismo.
Reclamaba combatirlos desde
medios legales y democráticos, y señalaba el lugar donde crece de manera
disparada el discurso de odio racista: Internet y las redes sociales; todo ello
sin olvidar los múltiples espacios de la vida cotidiana, empleo, vivienda,
salud, educación, el futbol y
otras dimensiones en las que se reflejan estas conductas malignas.
La ejecución de las acciones del
Plan antirracista europeo se encomendó a los países de la Unión y recaen en la
responsabilidad de los Gobiernos y por consiguiente, España debería haber
comenzado hace tiempo esta tarea.
Y no solo no lo ha hecho, sino
que tiene pendiente desde el inicio de esta legislatura, actualizar la
Estrategia Integral contra el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y
otras formas conexas de intolerancia que fue aprobada en noviembre de 2011, hoy
está muy superada.
También se realizaron promesas
desde el Gobierno de aprobar una Ley contra el Racismo, reivindicada por muchas
entidades para consolidar y concretar
instrumentos de protección de la diversidad étnica, de apoyo y solidaridad
efectiva con las víctimas, de formación
de policías y operadores jurídicos, que
combatiera la infradenuncia de delitos de odio y que fuera toda una garantía
para nuestra sociedad democrática, plural y antidiscriminatoria que la
Constitución española establece y el Tratado de la Unión y la Carta Europea de
los Derechos Fundamentales afirman.
Pero las promesas y compromisos
nunca se han concretado. Ni hay estrategia, ni ley, ni nadie sabe de la
aplicación del Plan 2020-25 de la UE. El gobierno, de momento, no está en esto.
RACISMO, XENOFOBIA Y OTRA INTOLERANCIA ASOCIADA
A medida que nos adentramos en el
siglo XXI, la globalización ha contribuido a intensificar en toda Europa los
flujos migratorios en respuesta a la demanda de los mercados laborales en las
sociedades de destino y de huida de condiciones de pobreza y precariedad
laboral en las sociedades de origen, cuando no de guerra o desastres ecológicos
en el caso de los refugiados; sin embargo
en situaciones de crisis económica y de dificultades políticas y sociales
derivadas, se configuran escenarios desde donde se explotan todo tipo de
contradicciones de base real y conflictos para alimentar la intolerancia y la xenofobia.
Mientras tanto, en España también
el discurso de odio y los delitos
racistas siguen aumentando como incluso muestran las estadísticas de
criminalidad del Ministerio del Interior, cuyos informes anuales señalan que en
los últimos años que el delito de racismo y xenofobia, así como el motivado por
ideología prosiguen su crecimiento,
siendo los más reiterados.
Conviene precisar que se viene a entender como racismo, aquella cosmovisión, actitud,
conducta o manifestación que supone
afirmar o reconocer tanto la inferioridad de algunos colectivos étnicos como la
superioridad del propio.
El propio concepto de “raza” en la especie humana carece de sentido, tal como afirman la biología
molecular y la genética de poblaciones y por tanto, las valoraciones que se
hagan con arreglo a los denominados “criterios científicos sobre la raza” solo
encubren y justifican el racismo, como es el caso de las teorías del
“coeficiente intelectual” o la “inadaptación a determinados deportes”, entre
otras. Las expresiones y los hechos más criminales de intolerancia racial las podemos encontrar en
el apartheid, la limpieza étnica y el
Holocausto.
En cuanto a la xenofobia, se interpreta como actitud y
conducta de rechazo, desprecio e irrespeto hacia personas extranjeras o
percibidas como tales, como es el caso de los inmigrantes que sufren hostilidad, odio, segregación,
marginación, privación de derechos,
discriminación e incluso amenazas y violencia. Se alimenta de prejuicios, de animadversión por distintas
causas o de visiones etnocentristas que rechazan la cultura, valores y
tradiciones de las personas que migran,
obstaculizándoles su acogida y su presencia.
Suele ir acompañada de
intolerancia religiosa y cultural, en especial de islamofobia y antisemitismo,
también ideológica, de unos
comportamientos que hacen de la diversidad su enemigo y del diferente, el
inmigrante, un objetivo potencial de agresión, que puede ser llevada a
cabo por grupos nacidos del fanatismo
xenófobo.
También hay hispanofobia, y es impulsada
desde diferentes vectores de intolerancia que amenaza la convivencia
democrática. Junto a los españoles, los
inmigrantes de origen hispano, sufre estereotipos, prejuicios y conductas de
intolerancia hispanófoba, tanto en determinados territorios de España como en
otros países, además de xenofobia por su condición de extranjeros.
En nuestro país, más de millón y
medio de inmigrantes colombianos, venezolanos, ecuatorianos, hondureños,
peruanos… por su pertenencia a una comunidad lingüística y cultural pueden ser
potencialmente víctimas de conductas de odio, hostilidad, discriminación y
violencia por motivos raciales o étnicos.
LA SINRAZÓN DE LA
XENOFOBIA
El rechazo latente a compartir igualdad de trato en materia de
empleo, sanidad, educación, vivienda o
de atención asistencial se constata y evidencia en situaciones
discriminatorias de la vida cotidiana. A ello se añade la agitación y hostigamiento hacia los
inmigrantes que impulsan grupos xenófobos en internet y redes sociales o en las
calles, con consignas tipo “stop
la invasión”, “nos quitan el trabajo” u otros del tenor como que
“tienen más facilidades de acceso a las ayudas sociales”, o acusar a los
inmigrantes de “actividad delincuencial”, incluso pedir que se normalice su
exclusión por conflictos culturales o de otra naturaleza, a lo que contribuyen
los asaltos de frontera o episodios de violencia de grupos delincuenciales y
una deficiente política de inclusión y ciudadanía.
Los discursos de odio y de intolerancia xenófoba estigmatizan,
promueven la confrontación y alientan el miedo hacia los inmigrantes que viven
con nosotros, juntos trabajamos o
utilizamos los mismos servicios públicos.
La xenofobia dificulta que España avance en una inclusión
fundamentada en la integración intercultural, senda en la que se situó nuestro
país en los años 90 y que afirma la tridimensionalidad de la política
migratoria europea, basada en cooperar
en el desarrollo humano en los países de origen de las migraciones,
apoyando que nadie se vea forzado a migrar, fundamentada en el control de flujos migratorios y fronteras, por tanto en una política activa de
inmigración segura, ordenada y regular,
coherente con el Pacto Mundial en Marrakech (2018), y por supuesto, con
integración que conlleva intervenir para la erradicación de la xenofobia, porque “nadie se integra, si no le dejan”.
El populismo xenófobo ante los
conflictos sociales y culturales que pueden surgir en los procesos de
inclusión, que no se deben de negar y que la política ha de gestionar, utiliza
miedos y emociones de las gentes, recurre a estereotipos y prejuicios,
construye animadversión, estigmatiza y demoniza a colectivos enteros de inmigrantes
convirtiéndoles en dianas mediante un “ellos
contra nosotros”, ofreciendo respuestas simples a realidades complejas
para movilizar a la opinión pública mediante el uso de promesas no realistas,
falaces y oportunistas.
LAS RAZAS NO EXISTEN, PERO EL RACISMO SÍ Y HAY QUE COMBATIRLO
El concepto de la “raza” no
existe científicamente y la diversidad de color de piel, de aspecto físico o
fenotipo obedece a la adaptación humana al medio, así afirmó la UNESCO desde 1950 apoyada por los
genetistas que despreciaron tal concepto sobre el que pivotaron las distintas
mutaciones de las tesis racistas y que
actualmente emergen con nuevas
expresiones como el racialismo
(expresión que oculta el racismo).
Esta perspectiva propugna la
existencia de “razas humanas” con relevantes diferencias entre sí y que se
traducirían en el terreno cultural, económico y político. Y aunque el
racialismo no implique “superioridad de una “raza” sobre otras, como
descaradamente propugna el racismo, suele llevar aparejadas propuestas de supremacismo y segregación racial.
Para el racialismo, la persona es
lo que su grupo «racial» de pertenencia “es”; la individuación de la
persona y diferenciación en el interior
a su grupo racial asignado no existe y estas concepciones esencialistas acaban aportando argumentos para quienes
transcurren por la vía del odio, la violencia y la intolerancia racial.
Dado que no existen diferencias
significativas de orden genético entre seres humanos de distinto aspecto físico
externo, el concepto de RAZA no tiene
sentido y debería ser suprimido del vocabulario cotidiano de los científicos,
de los actores sociales y del público en general (Francia lo retira de su
Constitución) Sí que tiene sentido, por el contrario, referirse a colectivos étnicos o etnias, como
expresión que tipifica la diversidad de aspectos, culturales y valores.
Siguiendo a Anthony D. Smith, experto en etnicidad, «se pueden definir las
etnias como poblaciones humanas que comparten unos mitos sobre la ascendencia,
unas historias, unas culturas y que se asocian con un territorio específico y
tienen un sentimiento de solidaridad».
La diversidad humana es muy
grande, existe pluralidad de aspectos físicos, gran multiplicidad de
religiones, culturas, idiomas y comportamientos y es muy flexible y varía con los tiempos y el
mestizaje, y está basada en diferencias accidentales provocadas por la
adaptación al clima, la alimentación y la forma de vida o por diferencias
socio-históricas y no por diferencias genéticas estructurales.
La aplicación de la mentalidad
clasificatoria a todo (taxonomía) y la separación
identitaria tiene sus peligros. El apartheid no exhibía el aspecto de “superioridad”·, sino la conveniencia de que los diversos vivieran
de forma separada, postulado que hoy recogen quienes se oponen al mestizaje.
Este planteamiento subyace
en la “limpieza étnica” que tristemente
practicaron grupos serbios y croatas en la guerra de los Balcanes: “Cada raza,
cada etnia, en su territorio exclusivo”.
ESPAÑA TIENE QUE HACER SUS DEBERES FRENTE A LA XENOFOBIA, EL RACISMO Y
LA INTOLERANCIA
Aún están a la espera que se
concreten la Estrategia y la Ley demandadas, así como el compromiso de la
ejecución del Plan antirracista 20-25.
Ya va con retraso y hay voces que anuncian que ni se esperan.
La respuesta debe de contemplar
la inclusión y la política de integración intercultural, como proceso
bidireccional de esfuerzo mutuo, ha de garantizar la igualdad de trato, la
humanización de los procesos migratorios y
los valores democráticos junto al respeto y aprecio de la diversidad
cultural; una política con un enfoque de derechos humanos; que debe construirse
desde el pilar de la garantía por el Estado de Derecho de las libertades y de
los derechos fundamentales para todos, y con la argamasa de una tolerancia solidaria que salvaguarde la dignidad humana.
Y hay que abordar problemas
reales como los flujos migratorios no legales, irregulares e inseguros. Solo
así venceremos la desinformación y manipulación de la xenofobia en los
diferentes ámbitos sociales e institucionales, consiguiendo objetivos estratégicos en la gestión de la igualdad y de la diversidad en
el seno de nuestro país.
Sin olvidar que estas conductas generan daños y provocan víctimas que suelen ser las
gran olvidadas, junto a una sociedad que resulta quebrada en su convivencia
democrática, pese al esfuerzo de numerosas ONG y sociedad civil, escasamente
ayudadas.
La dinámica de odio radicado en
la intolerancia sabemos cómo empieza
pero nunca alcanzamos a ver las altas cotas de barbarie que puede culminar. En
grado superlativo del paroxismo racista, los “científicos” de la Alemania nazi
llegaron a establecer escalas de proximidad y lejanía de lo humano, en función
de determinadas características externas y sociales de las personas, llegando a
determinar quiénes eran “subhumanos” y “vidas sin valor”.
Por todo ello y mucho más, educar
en la memoria contra el racismo, neutralizar prejuicios y cosmovisiones
supremacistas, doctrinas que nieguen la dignidad humana, apoyar a las víctimas
reforzar la legislación, aplicar políticas de integración, asumir en
profundidad la tolerancia y los Derechos Humanos, defender la libertad e
igualdad de las personas, promover la solidaridad real…, hay tanto por hacer
que resulta oportuno recordar su urgencia y las palabras de Martin Luther King: “es posible que
todos hayamos venido en barcos diferentes, pero ahora estamos en el mismo
barco”.
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