Tras el período COVID de
inactividad en los estadios de fútbol y los largos encierros, vaticinamos que
habría un desarrollo importante de
comportamientos violentos, racistas y fanáticos protagonizados por los
sempiternos grupos Ultras del Fútbol y sus áreas de influencia.
Estos no desaparecieron, al revés, se
enquistaron en sus redes sociales y en cuanto aparecía la oportunidad se
volvieron a reagrupar físicamente porque digitalmente nunca lo dejaron, y
retornaron a las conductas de siempre. Hubo quien desde alguna institución
afirmaba que estos había pasado a mejor vida, pero no, al contrario, tuvieron
mas tiempo para afirmarse identitariamente y volvieron los enfrentamientos en aledaños a los estadios, las quedadas
para pegarse, los insultos racistas, también homófobos y el discurso de odio
ideológico y el largo etcétera de su comportamiento.
Es de importancia no confundirse con los términos; cuando hablamos de Grupos
Ultras no hablamos de aficionados sin más, como tampoco de hinchas que serían
aficionados apasionados. Siguiendo su propia idiosincrasia, el Grupo Ultra, es una organización mas o
menos informal o estructurada, con ciertos liderazgos, que quiere ir “mas allá”
(ultra) en la defensa de su identidad deportiva y que en un alto porcentaje
están penetradas por ideologías extremistas, sea ultraderechista o neonazi, se
ultraizquierdista o sea ultra independentista, como cualquier observador puede
atisbar en los estadios, bien por sus símbolos, sus cánticos o gritos, sus
indumentarias y sobre todo sus mensajes donde en redes sociales no tienen
ningún reparo a mostrarse tal cual son.
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