Esteban Ibarra es un referente de la movilización solidaria y pacifista frente a las manifestaciones de intolerancia en España. Es presidente del Movimiento contra la Intolerancia, forma parte del Observatorio de Madrid contra el Racismo y la Intolerancia y ha promovido las iniciativas Red Cívica contra el Antisemitismo y Plataforma contra la Islamofobia.
¿Qué nos aporta “La Europa Siniestra”?
El libro es un vademécum de las distintas manifestaciones y formas de intolerancia. Aporta una visión integral del problema pero es más fino que los anteriores en el uso conceptual y terminológico. Esto es importante porque en este campo necesitamos identificar claramente los problemas. Además, es un libro práctico, viene a trasladar como operar ante delitos de odio en el ámbito político y jurídico. De todos los libros que he escrito este es el libro más de lucha. Si tuviera que recomendar alguno, sin duda, sería este.
¿Qué significa la publicación de este libro?
Este libro viene a aportar una visión muy integral de lo que está pasando en este momento en Europa. Tiene una significación especial porque nace en un contexto muy difícil. Está escrito un poco antes de las elecciones europeas. Hay quien me dice que si tenía una especie de bola de cristal, porque anunciaba lo que iba a suceder. Luego, incluso el libro se quedó corto con los resultados que se anticipaban.
Se está dando un crecimiento alarmante de los grupos ultranacionalistas en Europa. ¿Por qué?
La xenofobia viene alimentada por una situación, en principio un contexto de crisis económica, de corrupción de los partidos políticos y de descrédito del sistema democrático. De una concepción cultural e ideológica de la identidad, vivida de una forma muy excluyente. Una exclusión producida por una serie de factores que no son neutralizados desde una educación en valores democráticos que impida su crecimiento.
“La infección de la xenofobia alcanza a todos”
¿Se están contaminando los partidos democráticos de estas tesis xenófobas?
La infección de la xenofobia alcanza a todos. Nos encontramos con una tesis que es sencilla: “los españoles primero”, “los franceses primero”, “los italianos primero”… Cada uno lo plantea en su país. Esta tesis, que parece inofensiva, rompe el principio de igualdad de trato e institucionaliza la discriminación. Esto alimenta la negación del diferente y la intolerancia. Se puede pasar perfectamente de reclamar un trato diferenciado en el ámbito de las leyes o las políticas a ser mucho más agresivo con la gente que es distinta. Es algo muy peligroso y hay una tentación populista de los partidos de utilizar esta idea del pueblo que pasa una situación excepcional, una patria olvidada… Una serie de términos que obvian el concepto del ciudadano, los valores democráticos y abren la puerta a un populismo peligroso.
Afirmas que nos encontramos ante la mundialización del odio. ¿Qué significa este concepto?
Me gusta mucho este concepto. Quizá es mi preferido, porque creo que el problema principal de la intolerancia es que finalmente se expande por todo el planeta. Vivimos en un todos contra todos, quizás producto del modelo neoliberal que impera de la gestión planetaria. Para que las gentes estén siempre en conflicto y contradicción hay que alimentar el odio. El odio es, en definitiva, la aversión, el rechazo, que acaban negando el valor del otro, del diferente. El odio acaba negando ponerte en la piel del otro, la alteridad. Pero además, aporta una radicalización agresiva que se convierte en un arma para quien lo maneja. Tenemos un maestro del odio histórico que fue Hitler, que impulsó e inoculó el odio en un país como Alemania y consiguió hacer de su proyecto un proyecto peligroso y genocida para con muchas personas. Detrás de todo ello, se encontraba el odio.
“El odio acaba negando la alteridad”
¿La sociedad está concienciada sobre los delitos de odio? Nos encontramos ante un aumento alarmante de ellos. ¿Quedan impunes estos delitos?
Es evidente que no hay conciencia. A veces se escuchan discursos que niegan la diversidad en gente muy trasversal. Es decir, puede haber intolerancia, que es la base del delito de odio, en inmigrantes norteafricanos con inmigrantes de África central o subsahariana, o entre ciudadanos del centro de España con catalanes o viceversa, incluso de los de un pueblo frente al otro. Además, cuanta más proximidad, más posibilidad de que crezca el odio y la intolerancia. El problema es cómo se ve al diferente, al otro, al que está en el lugar de al lado.
¿Existe confianza en que las instituciones actúen contra la intolerancia? ¿Las víctimas denuncian?
La gente denuncia muy poco, hasta el punto de que la Unión Europea está alarmada por el porcentaje de denuncias. No se denuncian más allá del 10% de los casos. Esto es significativamente preocupante porque se genera un escenario de impunidad que permite seguir alimentando el crimen y la delincuencia basada en el racismo, la xenofobia y todas las formas de intolerancia. Los motivos son múltiples: desconfianza hacia las instituciones, desconocimiento de las leyes… También el miedo, porque el sistema no impone un mecanismo de protección para la víctima. Hay muchos factores que hacen que la víctima esté desprotegida y el ciudadano se lo piensa dos veces antes de denunciar. Luego hay algunos colectivos, que por miedo a revelar su condición prefieren aguantar la agresión antes que denunciar ante la policía.
“Sólo se denuncia el 10 por ciento de los casos”
En este sentido, una de las tendencias con la que nos encontramos es el miedo a la identificación, por ejemplo, por parte de las personas homosexuales.
En un clima de intolerancia y agresividad social es comprensible que la gente que pertenece o participa de colectivos vulnerables tenga dos caminos: uno, que se afirme en su compromiso de lucha, en revelarse contra la situación y que suele darse en una parte minoritaria. Y otro, que oculten su condición, como en el caso de los homosexuales. Pero también que oculten sus religiones o sus ideologías. Así, se suspenden derechos, libertades y no se vive en plenitud. Este es el grave problema, que uno no puede expresarse ni desarrollarse como es. Hay personas que deben vivir su propia identidad de una manera muy limitada.
En “La Europa siniestra”, afirmas que las víctimas de la intolerancia sufren tanto discriminación social e institucional, como ataques y agresiones por su condición o identidad. ¿El refuerzo de la legalidad frente a esta realidad es insuficiente?
Nosotros tenemos un problema con el Código Penal porque está muy limitado. Por ejemplo, el caso del negacionismo no está bien tratado ni abordado. El Tribunal Constitucional permite la negación del mismo modo que permite que muchos hitlerianos descarados vengan a dar discursos y conferencias a las universidades sin ningún tipo de freno, además de mantener su presencia en Internet. A todo esto, hay que añadirle que la víctima no está suficientemente reconocida. Nos podemos encontrar con casos como que un inmigrante sin papeles reciba una paliza, simplemente por el hecho de ser negro y que no denuncie por miedo a que le abran un expediente de expulsión, dado que la ley de extranjería no protege este tipo de situaciones. Ni los derechos de las víctimas están plenamente protegidos ni los instrumentos que tenemos para sancionar conductas son amplios. En la legislación tenemos claroscuros importantes y es por estas lagunas por las que existe un riesgo importante en el crecimiento de la xenofobia y el racismo organizado. Nosotros hemos pedido cambios importantes en el Código Penal. Estamos trabajando en el Estatuto de la Víctima para conseguir que la víctima del odio se reconozca como víctima en plenitud de derechos, igual que sucede con las víctimas del terrorismo o de la violencia de género.
Ya no sólo desde la ley, sino desde la sociedad, vemos que las víctimas de odio sufren una estigmatización, doble o incluso triple discriminación. ¿Cómo debería paliarse esto?
La victimización doble, triple o permanente existe. Además de que se produzca la agresión, luego hay gente que dice “por algo será”, “es que era gay” o “es que era moro”, “se lo merecía”… Nos encontramos también con gente que no puede cambiar su condición, si perteneces a una raza, eres de esa raza. Con lo cual se es víctima una vez y se incorpora a la psique una situación de persistencia en el tiempo del riesgo. Hoy me lo han hecho a mí, pero se lo podrán hacer a mi familia o a mis hijos. Por eso, habría que hablar de victimización múltiple, que necesita de una especial protección que en estos momentos no se da.
En el libro, explicas que los actos xenófobos suelen ser rápidamente olvidados, reduciéndose a una noticia pasajera en los informativos. ¿Por qué? ¿Somos intolerantes por naturaleza?
Lo que sucede es que vivimos en un doble escenario. Por un lado, somos egoístas y vivimos nuestro yo de una manera, a veces, muy poco empática. Por otra parte, estamos en una dinámica de desinformación espectacular, donde una noticia tapa otra y aquella que está dotada de mayor espectacularidad puede hacer olvidar noticias importantes. Un exceso informativo que no deja fijar nuestra atención en informaciones que son muy relevantes para nuestro presente y nuestro futuro. Esto es lo que hace que el olvido, uno de los elementos fundamentales del crecimiento de la intolerancia, esté tan enraizado en toda la sociedad. Los medios de comunicación solo prestan atención cuando hay una noticia espectacular. En mi opinión, los medios de comunicación no están cumpliendo. Tienen un déficit en este ámbito y deontológicamente dejan mucho que desear en la forma de comentar los hechos; pedagógicamente se cometen unos errores muy graves. Tal vez, dentro de unos años echemos la vista atrás y les señalamos como corresponsables del deterioro de la situación.
Internet, y en especial las redes sociales, se están convirtiendo en grandes plataformas para la comunicación. Las organizaciones neonazis usan internet para la negación del Holocausto, la distribución de su propaganda o la incitación al delito de odio. ¿Qué significa ciberodio? ¿Están reguladas este tipo de manifestaciones en la red?
Sí, cuentan con webs, foros, blogs en los que hay de todo. Yo mismo fui víctima de una campaña de odio en Twitter recientemente y me di cuenta que a la hora de denunciar, porque era bárbaro lo que planteaban con mi persona, me encontraba ante 16.700 retwitteadores. La víctima lo tiene muy difícil. La única alternativa que queda es cierto sentido de la organización en la defensa de principios que son incuestionables. Yo creo que podemos enseñar los 30 artículos de los Derechos Humanos pero la clave es el primero. Con que se enseñara el primero sería suficiente. La dignidad humana es el valor que tienen todas las personas y a partir de ahí podrán venir los derechos, las obligaciones y las libertades fundamentales. Esta denuncia que estamos haciendo señala que la persona es un fin en sí mismo, que no es un medio para conseguir cualquier cosa. El nazismo como sistema fue una bomba que atacaba ese principio de la dignidad humana. Esta es la raíz de los genocidios y los crímenes de guerra: el considerar al otro una vida sin valor. Va mucho más allá de la discriminación, no se trata de subalternidad, sino de negar el valor del otro y si tú no tienes valor, se te puede eliminar.
“Sin justicia, la esperanza no existe”
¿Somos herederos del franquismo, el nazismo y otros terribles episodios? ¿Es importante educar en memoria?
He insistido siempre en que la educación es transcendental. No es posible luchar contra la intolerancia en su plenitud si no hay una educación en la memoria. El que no sabe lo que sucedió, dice el refrán, está condenado a revivirlo, a lo mejor con otras formas y en otros escenarios. La memoria es una mirada crítica hacia el pasado pero también nos aporta un halo de esperanza en tanto que se consiga justicia. Podemos recordar las barbaridades del pasado, pero hay una justicia que está esperando, sobre todo cuando hay víctimas que no han sido respondidas como lo merecen, cuando hay una reparación pendiente. Y sin esa justicia, la esperanza no existe y la posibilidad de que se reproduzca el escenario es evidente.
¿Cuál es la raíz de los movimientos xenófobos ante los jóvenes? ¿Existen muchos comportamientos de este tipo en los centros educativos?
La situación puede llegar al extremo de detectar casos de suicidio. Nosotros solo en el año pasado detectamos cinco casos, pero probablemente sean muchísimos más. Casos de adolescentes, de niños y niñas, que han sido sometidos a una tensión tan salvaje, a un acoso tan brutal que acaban con el suicidio. Se construye con facilidad un chivo expiatorio en las clases y los más despiadados, que a veces tienen contacto con estos grupos organizados, pese a su juventud, tienden a alimentar estereotipos, prejuicios… A partir de ahí, se estigmatiza a una persona, la dinámica es cruel, pero también es sencilla. A lo que hay que sumar la práctica mayoritaria entre el profesorado, que es quitarle importancia. Esto tiene unas consecuencias que pueden desembocar en el suicidio. Esto me trae a la memoria el discurso de Hannah Arendt cuando hablaba de la banalización del mal. Se trivializa, se banaliza y se quita importancia, esto tiene una consecuencia directa con la víctima: la desprotección. Este libro se hace desde la mirada de la víctima que sufre. Me pongo siempre en el lado de la víctima y desde ahí, analizo todo mi pensamiento y después juzgo. Juzgo si la sociedad se comporta bien, el comportamiento de los vecinos, de las organizaciones, de las instituciones políticas, judiciales, educativas… Creo que aquí las víctimas y los colectivos vulnerables no están bien tratados.
“Este libro se hace desde la mirada de la víctima”
Existen prejuicios contra los migrantes que vienen a España: “vienen a quitarnos el trabajo”, “abusan de los servicios sociales y la sanidad”… Mientras, los jóvenes españoles que se van fuera buscan “un futuro mejor”
Esto yo lo califico como las mentiras de la xenofobia. Puede haber otro discurso más humanizado de la inmigración como que es gente que ha tenido que salir de su país forzado, que deja a su familia, sus amigos… Y además, que nadie se integra sino le dejan. Esto ahora lo están viviendo los jóvenes de nuestro país que se van a Europa u otros lugares. Recuerdo la agresividad de una inglesa que pegó a una chica española por pedir atención sanitaria en este país tras haberse roto la pierna. Este es el ejemplo de la deshumanización y se produce en todos los países. Podemos medir la humanidad de un país por su grado de xenofobia. En este sentido, en España podemos estar muy satisfechos, tal vez también de forma obligada porque somos un país que vive del turismo y por ello puede que tengamos una mente más abierta. Pero existe el chovinismo local y patriota, cada vez que oigo hablar de patrias, de pueblo y del victimismo del país, me preocupa bastante.
Hablemos ahora de los principales movimientos intolerantes que se están dando en la actualidad. Uno de los que más se han acrecentado durante los es la islamofobia. Muchas veces, esta religión se confunde con el integrismo y el fanatismo...
Aquí hay que agradecer la confusión a los medios de comunicación. Son expertos en el lío conceptual y terminológico. A veces, producto del desconocimiento del periodista que actúa de mediación con la realidad. Pero otras veces, hay una consciencia a la hora de la construcción del lenguaje mediático porque el lenguaje es la mediación entre la realidad y el conocimiento. Es fácil construir la islamofobia desde el discurso. Es facilísimo demonizar y criminalizar para después construir un discurso del miedo. ¿Qué alternativa tiene esto? De entrada deberíamos exigir un mayor rigor. Por ejemplo, durante la lucha armada contra ETA para la extrema derecha hablar de ETA era sinónimo de vasco. Cuando movilizamos las manifestaciones contra el terrorismo hace 20 años tuvimos claro nuestro discurso: “Vascos sí, ETA no”. Con el Islam hay que hacer lo mismo “Musulmanes sí, terroristas no”. Al-Qaeda no, ISIS no, Boko Haram no… En fin, ajustar el discurso y no hacer una diseminación que es tremenda, hay que ser muy cuidadoso porque estamos hablando de estigmatizar a 1.500 millones de personas.
“Es fácil construir la islamofobia desde el discurso”
El antisemitismo es también un problema creciente. La Oficina de Estadísticas de la Unión Europea, reflejó que el 60 por ciento de los europeos consideran que Israel es el país que más amenaza a la paz mundial. El conflicto Palestina-Israel acrecienta esta sensación, y por parte de los grupos más radicales incluso nos encontramos ante el negacionismo.
El antisemitismo es la estigmatización, la demonización y negación de la realidad judía. Ha habido muchos antisemitismos: unos de origen católico, otros político, económico, ideológico, religioso… Lo que sucede aquí es que se confunde la crítica política a un gobierno con la demonización de todo lo que procede de la realidad judía. Esto es histórico, pero ahora además, se está revitalizando la ideología antisemita y se plantea que la crisis tiene detrás a un supuesto lobby judío mundial, que está llevada por unos financieros sin escrúpulos de origen judío… A partir de ahí la estigmatización del pueblo judío. La crítica política al Gobierno de Israel debe hacerse desde muchos aspectos, desde la ocupación hasta su planteamiento bélico, pero también debe hacerse al pueblo palestino, a Estados Unidos, China, Qatar o Arabia Saudí.
Podemos observar un rebrote de xenofobia en España a raíz del ébola, del tratamiento en los medios de comunicación de casos de intolerancia o de la estigmatización que reciben los migrantes, las organizaciones que hacen un reparto xenófobo de comida, los compromisos de pago en Urgencias… ¿Por qué?
Creo que estamos viviendo un sarpullido xenófobo importante. Tanto en el ámbito institucional como en el ámbito social brotan este tipo de conductas. ¿Ha cristalizado esto políticamente? De momento no, pero hay unos intentos muy serios de cristalización. Con el escenario de corrupción política, existe el riesgo de que emerja una alternativa claramente xenófoba. Estos casos nos vienen a mostrar que vivimos en un país en el que la educación en valores democráticos no ha cogido impulso. Precisamente, quitar la asignatura de Educación para la Ciudadanía es un daño añadido francamente terrible. Tenemos que lograr que haya conciencia de la realidad, conciencia de humanidad, conciencia universal. Si esto progresa lograremos construir un mundo en el que la dignidad de las personas y la universalidad de los Derechos Humanos serán factibles. Todos los partidos que empiezan ahora mismo tendrán aquí su examen, si caen en el populismo xenófobo será superado por la conciencia moral, que está progresando en paralelo. Serán desbordados por todo este fenómeno moral que es precisamente el que avanza detrás de todas las ONGs y la gente de bien.
Y hablando del futuro, ¿cómo va a ser el próximo libro de esta colección, “Los viveros del neofascismo”, en el que seguirás profundizando en estas cuestiones?
“Los viveros del neofascismo” es un proyecto que va a gustar mucho. Nos desplazamos hasta las tripas que están alimentando estas formaciones que tienen por objetivo la quiebra total de la democracia. Si en estos momentos nos asustan las olas de integrismo yihadista del norte de África y Oriente, tremendamente salvaje y atroz, en Europa lo que nos amenaza es un neofascismo galopante que tiene por objetivo final dar al traste con las conquistas democráticas históricas. El libro busca lo que alimenta este tsunami neofascista que se vive en Europa: sus viveros, de dónde se nutre, quiénes les apoyan, ¿cómo puede ser un vivero sus propias raíces históricas donde la memoria tiene algo que jugar? Vemos la conexión entre el pasado y el presente. De ahí la importancia de defender de nuevo el derecho a la memoria.
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