Un metaanálisis de 23 estudios con 42.000 menores de edad asocia esta práctica con mayor actividad sexual y algunos trastornos mentales
Uno de cada siete menores de 18 años (15%) ha enviado algún mensaje de este tipo y uno de cada cuatro (27%), lo ha recibido. PIXABAY |
La Universidad de Calgary (Canadá) ha analizado los resultados de 23 estudios, en los que han participado casi 42.000 menores de 18 años, para responder a la cuestión de si existe alguna relación entre el sexting y conductas sexuales concretas y la salud mental.
El sexting consiste en producir y enviar contenidos (principalmente fotografías o vídeos) de tipo sexual o erótico de forma totalmente voluntaria y privada a otra persona, utilizando para ello el teléfono móvil u otro dispositivo tecnológico, según explica Laura Cuesta, profesora de Estrategia Digital y Social Media en la Universidad Camilo José Cela.
Según este metaanálisis, publicado en la revista JAMA Pedriatics, sí que existe una asociación entre hábitos sexuales específicos (como la falta del uso de anticonceptivos o la cantidad de actividad sexual practicada) y trastornos como la ansiedad y la depresión. Los adolescentes que sextean tienen 2,16 posibilidades más que el resto de no usar ningún método anticonceptivo, y 1,79 de padecer estas patologías, asegura el estudio. Además, también relaciona el sexting con beber alcohol (3,78 posibilidades de más), el consumo de drogas (3,48 veces más riesgo) y de tabaco (2,66 más opciones de ser fumadores). Por otro lado, también plantean que existe correlación con el comportamiento delincuente, ya que figura con 2,50 puntos más de probabilidad.
En este trabajo, se explica que los más jóvenes pueden sextear con intenciones relativamente inofensivas. Sin embargo, en el caso de que esas intenciones no sean tan inofensivas, se puede producir una decepción emocional. El estudio insiste, en cualquier caso, en que la correlación no indica causalidad, es decir, que quien practica sexting no tiene necesariamente que incurrir en prácticas de riesgo.
La autora, Sheri Madigan, es psicóloga, y ya había participado en otro estudio sobre sexting, donde se concluyó que este hábito es una práctica cada vez más común entre los jóvenes: "El sexting se está convirtiendo en un componente normativo del comportamiento y desarrollo sexual de los adolescentes", explica la autora. Según sus datos, 1 de cada 7 menores de 18 años (15%) ha enviado algún mensaje de este tipo y 1 de cada 4 (27%), lo ha recibido.
Para Ricardo Fardiño, psicólogo clínico y uno de los autores de La lucha sexual de los adolescentes en la hipermodernidad, es habitual que si un adolescente "se siente rechazado por sus iguales, cuestionado de manera masiva o expuesto públicamente en aspectos de sí mismo que sienten como más frágiles" puedan aparecer trastornos de tipo ansioso-depresivo.
Pero, ¿el sexting tiene riesgos importantes para los más jóvenes? Según el estudio, los adolescentes con menor edad pueden ser más susceptibles a los riesgos asociados con el sexting debido a su relativa inmadurez, en comparación con los adolescentes mayores. Además, Cuesta cree que siempre cabe la posibilidad de que cualquier contenido sea accesible para terceros por muchas razones (fallos técnicos, hackers, descuidos, extorsiones, acoso, chantaje, robo de terminal, spyware, troyanos, etcétera).
Para las familias que puedan estar preocupadas por cómo afrontar esta situación con los adolescentes, Cuesta cree que pese a que son ellos los que tienen más destreza tecnológica, no tienen ni la madurez ni la responsabilidad para tomar ciertas decisiones. “A mi hija le hablé de la Teoría de los 10. Antes de publicar una foto, tendría que pensar qué sentiría al ver esa foto a las 10 horas de verla publicada, luego, a los 10 días, después, a los 10 meses y, finalmente, a los 10 años. Si no se avergonzaba de ello, no habría problema”, aporta.
En cuanto a cómo deben actuar los propios adolescentes, Fardiño cree que lo más importante es proteger la intimidad: “Les diría que en la sexualidad es fundamental el autocuidado y el respeto por el otro. En este caso pasa porque no podemos hacer pública aquella imagen que nos ha llegado como una intimidad compartida. Eso es una agresión y podemos incurrir además en un delito”, zanja.
El estudio de Mendigan concluye con que será necesario continuar analizando el sexting y la asociación que se hace entre este intercambio de mensajes y la salud mental de los adolescentes.
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