Un barómetro sobre juventud y género refleja avances en igualdad y preocupantes resistencias
—A mí hay cosas que no me parecen mal, como que mi novia me coja el móvil o yo a ella, nos dimos las contraseñas hace tiempo y nos miramos las cosas de vez en cuando…
Mientras Alberto dice eso, su hermana grita desde otra habitación de la casa, con Nathy Peluso de fondo.
—¿Pero tú te estás oyendo, tío? ¿Qué tonterías estás diciendo?
María está en tercero de Derecho y es tres años mayor que su hermano. Acaba entrando en el salón para enzarzarse en una discusión que, al parecer, no es la primera vez que tienen. Él le argumenta que “ninguno esconde nada” y que eso significa que “confían totalmente” el uno en el otro. María levanta las cejas y le dice que eso “significa todo lo contrario”. Alberto defiende que no es ningún “crimen” tener un poco de control o de celos, porque eso significa que te importa y que “tampoco es para tanto” porque “incluso” tienen días cada uno para salir con sus amigos y a él “jamás” se le ocurriría, por ejemplo, decirle que no se ponga “tal o cual vestido”. Ella, que parece a punto de entrar en ebullición, le contesta que todo el mundo “tiene derecho a su intimidad y a su espacio”, que se guarde ese “incluso”, Que “solo faltaba” que Laura [su novia] tuviese que darle gracias por no opinar sobre su ropa y que acabará dejándole por “machista”.
—De verdad, entiendo lo del feminismo y quiero la igualdad y todo eso, pero con tanto argumento la que se va a quedar sola eres tú.
Ella pone los ojos en blanco y cierra la conversación.
—Es que lo tuyo es un sí pero no; no te enteras de nada.
María y Alberto se enzarzan casi a diario por cuestiones que en los últimos años han ido adquiriendo espacio y peso en las conversaciones y en la agenda política y mediática; y los debates de esos dos hermanos madrileños reflejan una situación cada vez más polarizada. Un movimiento feminista creciente entre los más jóvenes, sobre todo entre las chicas, que, a la vez, genera resistencias en ciertos temas relacionados con la violencia, sobre todo entre ellos. Esa es una de las principales conclusiones del segundo barómetro Juventud y Género, elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y el área de Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), que se presenta este lunes.
El estudio ha revisado, a partir de 1.223 entrevistas a hombres y mujeres de 15 a 29 años, la percepción sobre identidad de género, relaciones afectivas, estereotipos y desigualdades. El resultado es que la situación, en general, ha mejorado. Las respuestas son menos estereotipadas y hay más conciencia sobre la igualdad, aunque la organización cree que habrá que esperar a 2021 (el barómetro es bianual) para ver realmente qué cambios se han afianzado y cómo se avanza.
Eulalia Alemany, directora técnica de la FAD, explica que “en todo son más flexibles y están más avanzadas las mujeres, transgreden más los roles de género y las posiciones más tradicionales”. En ellas, según el resultado del estudio, crecen más los adjetivos tradicionalmente masculinos, como la independencia; en ellos también aumentan los femeninos, aunque es menos notable; y, en general, las cualidades positivas suben y las negativas bajan. Por ejemplo, un 4,2% de ellos cree que ellas son dependientes (en 2017 lo creía un 6,5%); un 5,9% de ellas cree que ellos son sensibles (hace dos años era un 2,6%); y todas y todos opinan que son menos superficiales: en 2017, el 10,7% de los chicos decía que las chicas eran superficiales y el 33,2% de ellas los veían así a ellos. Ahora, es un 4,7% y un 18,6%, respectivamente.
Entre los hombres, la normalización de pautas de control como ponerse la ropa que propone la pareja para evitar conflictos o mirarle el móvil ha subido: 5 y 2 puntos, respectivamente. Crecen ideas como que hay que esforzarse en hacer lo que le gusta a la pareja (del 18,7% al 21,4%), y baja el porcentaje de quienes creen que un espacio propio es imprescindible (del 56,2% al 55,1%). Mar Venegas, profesora de Sociología en la Universidad de Granada y experta en adolescencia y política afectivosexual, cree que esto responde a un juego de luces y sombras provocado por “el discurso antigénero que se está lanzando desde ciertos partidos políticos”.
“Mientras que aumenta la percepción de los hombres que dicen que la desigualdad es importante, también sube la cifra de quienes lo niegan”. Casi un 70% de las mujeres y la mitad de los hombres creen que las inequidades son grandes o muy grandes, una percepción que en 2017 tenían el 65,7% de ellas y el 46,5% de ellos. Sin embargo, mientras que hace dos años un 2,2% de los hombres creía que no existían, ahora lo hace un 4,4%. Es lo que esta pedagoga llama “minorías significativas”, que se reflejan, entre otros indicadores, en la “banalización de la violencia de género”.
Alemany apunta, además, que la “conciencia” de la realidad es mayor. Por ejemplo, en torno a la cuestión del futuro y los hijos, la mayoría está de acuerdo en que “no hay que tener hijos si no se tiene recursos para mantenerlos” (un 74,5% de ellas y un 66,3% de ellos) y “un 45% de los chicos afirman que el trabajo de las madres fuera del hogar puede resentir la vida familiar en mayor medida que si lo hace el padre; esto solo lo afirma el 41,9% de las mujeres”. La experta añade que esto tiene “matices”.
A pesar de las sombras, “el avance es fruto de los últimos 8 de marzo, de las movilizaciones por el caso de La Manada, de la toma de conciencia por parte de las chicas…". "A la vez aparecen reacciones en contra de este progreso por parte de hombres que argumentan que el avance del feminismo va en detrimento de los hombres”, indica Mar Venegas, que también hace alusión a algunos de los datos del estudio sobre situaciones donde es más inaceptable la discriminación.
Ha bajado el número de chicos que creen que los piropos por la calle no son correctos (29% de 2019 frente al 30% de 2017) o aumentan quienes piensan que estando en grupo tendría que tenerse más en cuenta la opinión de hombres que de mujeres (20,4% en 2019 y 14,1% en 2017). Según la socióloga de Granada, “los porcentajes en este sentido no han variado muchísimo, pero es interesante seguir tirando del hilo para saber qué está pasando, y cómo ven ellos y ellas los cambios que estamos experimentando”, explica.
Daniel Germán tiene 25 años y un discurso armado en torno al feminismo: “Veo dos tipos. Jóvenes que evolucionan con la sociedad y apoyando movimientos que favorecen igualdad de género, y ahora también hay una gran cantidad de machistas y retrógrados que no tienen miedo ni vergüenza de decirlo, se sienten orgullosos”. Y Bárbara Johnson, de 19, está convencida de que la igualdad es algo que “aplican” la mayoría de chicas de su edad, mayoritariamente ellas: “Creo que más todavía las que son más jóvenes que yo, pero en general mucho, sobre todo en las chicas”.
Según el barómetro, hay un aumento de quienes se declaran feministas —un 62% de ellas (frente al 46% en 2017) y, entre ellos, un 37% (frente al 23,6% de 2017)— y una disminución de quienes no se posicionan y de quienes dicen que no lo son. Ese panorama lo ve y lo cuenta Deibe Fernández-Simo, un doctor en Ciencias de la Educación que, además de dar clase en la Universidad de Vigo, trabaja desde hace más de 15 años con niños y adolescentes en “la transición hacia la vida adulta”. Asegura que los entornos familiares, educativos y sociales son “imprescindibles”. También los referentes. “Es la etapa más importante para afianzar las ideas y ese es el momento de romper estigmas. Hay que hacer una revisión de cómo está representada la cuestión de género en el sistema educativo y generar referentes”.
Fernández-Simo coincide con Eulalia Alemany y Mar Venegas: el avance es perceptible, pero queda un largo camino en el que hay que incidir, sobre todo en el cambio en las masculinidades. Alemany lo resume: “No podemos hablar de la juventud española, sino de las jóvenes y los jóvenes. Las ideas que tienen sobre lo femenino y lo masculino y los roles de la pareja son muy diferentes, mucho más potentes en ellas”. Venegas añade: “Ellas han asumido la necesidad del cambio social y ellos están en un vacío. Saben que no pueden ser los hombres de antes y no saben cómo tienen que ser ahora”. Y Fernández-Simo concluye: “Hay que ayudarlos a caminar por ahí”. María, la hermana de Alberto, dice que lo intenta cada día y que no piensa parar.
—Sé que le parezco una mosca cojonera, pero es lo que hay, que nosotras ya hemos aguantado lo nuestro.
LA MERITOCRACIA Y LAS CUOTAS
El barómetro sobre Juventud y Género apunta a una “gran polaridad de posturas” en torno a las medidas de igualdad. En cuanto a “sancionar a las empresas que paguen menos a mujeres que a los hombres por el mismo trabajo”, están de acuerdo el 72,6% de chicas y el 56% de chicos; en “promover que los puestos laborales los ocupen personas en base a sus méritos, sin que existan cuotas de discriminación positiva” coinciden el 70,1% de chicas y el 55,3% de chicos; y un 65% de chicas frente al 50,5% de chicos creen que hay que “equiparar permisos de maternidad y paternidad”. Como cuenta Eulalia Alemany, directora técnica de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, responsable del estudio, “las chicas tiene una posición más a favor de las medidas para garantizar la igualdad de género que los chicos, aunque en general, el acuerdo en cuanto a estas medidas es alto, al menos más alto de lo que era antes”.
Ahora, uno de cada 2 jóvenes considera que la situación de las mujeres es peor o mucho peor que la de los hombres en retribución salarial. Sin embargo, añade, hay contradicción en las respuestas. Mientras que hablan de “meritocracia”, también están a favor de las medidas. Cree que puede ser debido a que “ignoran el contexto”. “Es decir, que muchas mujeres a lo largo de la historia han tenido méritos suficientes pero no han conseguido llegar, y esta variable se les escapa. Ellas saben que valen y ponen el énfasis ahí, pero no se dan cuenta de que con los mismos méritos, ellas no acceden, están en desventaja”.
A pesar de estas dicotomías, la experta cree que los resultados son satisfactorios: “Los cambios sociales son costosos. Cambiar las actitudes y valores requiere mucho tiempo. Pero el 8 de marzo, el caso de La Manada, la movilización global… Han producido un cambio cualitativo, el discurso ya está ahí. Esto es ya una conversación para muchas personas y ahora toca ir a la raíz”.
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