lunes, 25 de mayo de 2015

Aporofobia, el odio al pobre

¿Qué culpa tiene un pobre de no tener dinero? En la mayoría de los casos, ninguna. Pero eso no evita que una parte de la sociedad mire a esas personas sin recursos económicos con rechazo o incluso con un sentimiento de odio como si ellos fuesen los únicos responsables de esa situación. Un comportamiento que tiene nombre: aporofobia. Y aunque ese vocablo aún no aparece en los diccionarios, estudiosos del tema animan a la sociedad a ir familiarizándose con ese concepto, pues se espera que muy pronto sea una palabra aceptada por los académicos de la lengua.

Aporofobia es un vocablo acuñado en la década de los noventa por la catedrática de Ética de la Universidad de Valencia Adela Cortina. Y es fruto de la unión de dos palabras griegas: áporos (pobre, escaso de recursos, sin salida) y fobia (temor). Esa catedrática inventó esa palabra para definir una realidad, constatada en sus estudios, que no tenía definición. Cortina quería denunciar a esa parte de la sociedad que discrimina a los que carecen de recursos económicos. Desde entonces, se han realizado muchos estudios sobre el tema y aporofobia forma parte ya del vocabulario de muchos investigadores que estudian las reacciones y comportamientos de ciudadanos sin problemas económicos cuando están ante una persona pobre.

La aporofobia fue ayer protagonista de una jornada celebrada en la facultad de Derecho y Economía de la Universitat de Lleida (UdL), con la colaboración de la Comissió 3.4. Un encuentro académico con un título sugerente: La pobreza no es un crimen. Fue una jornada en la que se invitó a los asistentes a reflexionar. Entre los ponentes invitados destacó Emilio Martínez Navarro, profesor de Filosofía de la Universidad de Murcia, y activo estudioso de este fenómeno. Martínez Navarro alertó de que, lejos de mejorar la realidad detectada por el odio y rechazo a los pobres, “la aporofobia está aumentando en nuestro país”. Y eso, añade, es fruto de la crisis. “Hay menos trabajo y recortes en ser­vicios sociales –afirma Martínez– y eso ha aumentado la competencia para hacerse con estos recursos”. Así que una parte de la sociedad “culpa hoy como nunca a los más pobres de esa situación”, añade. Al rechazo por carecer de recursos económicos, ahora esas personas más necesitadas son vistas como competidores sin tener derecho a ello.

Martínez Navarro afirma que “resulta muy fácil y cómodo culpar a los pobres de todos o la mayoría de males causados por la crisis. Son el chivo expiatorio de esta realidad, algo parecido, salvando distancias, a lo que ocurrió con los judíos y el nazismo”.

El riesgo es que esa aporofobia acabe degenerando en estallidos violentos. Este profesor de Filosofía de Murcia alerta del peligro de pasar del sentimiento a la acción. Y recuerda el caso de la mujer quemada en un cajero de la zona alta de Barcelona. “Para mí ese es un caso claro de aporofobia llevado al extremo. Ataco a un pobre porque ni tan solo es una persona, es un ser despreciable que no merece vivir”.

Muchos actos que han podido pasar como racistas serían, si se analizase el asunto con detenimiento, ataques provocados por la fobia a los pobres, consideran los expertos. “Si vemos a una persona negra con un coche de lujo o en un restaurante caro no se produce el rechazo, pero si esa persona está tirada en la calle y no tiene dinero, suele darse el sentimiento de odio y menosprecio”, indica Martínez. Para este profesor de Filosofía resulta “tan sarcástico que se considere a los pobres como una amenaza del sistema económico, como sería acusar a las víctimas de la violencia de ser los causantes de esa misma violencia”.

El problema es que esa imagen se transmite desde infinitos ámbitos. “La aporofobia se alienta en cada uno de nosotros a través de un mecanismo psicológico que carece de base lógica: la generalización apresurada”, revela Martínez. Y ¿por qué encuentra la aporofobia un terreno abonado para florecer en las sociedades occidentales? Una posible explicación puede estar en esa “mala conciencia” que nos recuerda que las situaciones de desamparo son, en cierta medida, una responsabilidad de todos los que estamos acomodados: que haya pobreza es un signo de fracaso social. Y mientras algunos intentan ayudar a esas personas necesitadas, otros toman el camino contrario, los marginan y los culpan sólo a ellos de esa situación.

El aumento de la aporofobia preocupa a los estudiosos del tema y recientemente se ha propuesto incluir un cambio en el Código Penal para castigar, como agravante (al igual que ocurre con la discriminación por sexo, raza o religión) las discriminaciones por estatus económico.

En la jornada de ayer en la UdL también tuvo un papel destacado un pionero programa impulsado el pasado curso por esta universidad que ha conseguido introducir el tema de la pobreza en las aulas de diferentes carreras. Es un proyecto impulsado por la Oficina de Desenvolupament i Cooperació, cuyo director, Albert Roca, se muestra muy satisfecho por la experiencia. “Se trata de mostrar a esos alumnos una realidad para que después ellos, cuando sean profesionales y estén en el mundo laboral, puedan actuar en consecuencia”, afirma Roca. “A un pobre se le puede ayudar desde el campo de la energía, la vivienda, la arquitectura o la sociología. Y ese debe ser el reto”, concluye este antropólogo.

http://www.msn.com/es-es/noticias/espana/aporofobia-el-odio-al-pobre/ar-BBk3alA

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