lunes, 5 de marzo de 2018

La unión de la mujeres gitanas como defensa contra «la doble discriminación»


Integrantes de Flor de Azahar y de la Asocación de Mujeres Gitanas Feministas por la Diversidad, durante el acto organizado en el centro cívico Rondilla. /Gabriel Villamil

«Yo mandé el currículum sin foto», recuerda Loles Gabarri (Valladolid, 1964) de aquella vez en la que estuvo a punto de conseguir trabajo como limpiadora en una cooperativa. «Me llamaron, me dijeron que iba a empezar inmediatamente, que llevara los papeles y el DNI. Allí me presenté junto con dos payas. Bajaron la secretaria y la encargada de la cooperativa:las dos, mujeres. Cogieron la documentación de las otras y a mí... a mí me dijeron que ya me llamarían. Era más joven, más inexperta, agaché la cabeza y me escondí para llorar. Hoy les habría dicho mil cosas, pero entonces... Salí de allí, me metí en el coche y mi marido me preguntó: ‘¿Cuándo empiezas?’. Yo contesté: ‘Me han dicho que ya me llamarán’. De camino a casa ninguno dijo nada. Los dos sabíamos que no me iban a llamar nunca». Y Loles insiste: fueron dos mujeres. «Dos mujeres las que decidieron que mi etnia era más importante que mi valía». 

«Cuando el feminismo habla de brecha salarial, nos gusta recordar que todavía hay muchas mujeres que tenemos que luchar contra una discriminación anterior, que es la dificultad para acceder a un puesto de trabajo», asegura Amparo Borja (Valladolid, 1975), integrante de la Asociación de Mujeres Gitanas Feministas, un colectivo que hace dos años abrió una delegación territorial a orillas del Pisuerga para «hacer frente a una doble discriminación:la que tenemos que afrontar por ser mujeres y por ser gitanas».

El centro cívico Rondilla ha albergado un encuentro –organizado en torno al Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo– en el que también han participado integrantes de la asociación Flor de Azahar (de Barrio España) y durante el que se ha reivindicado el papel «valiente y audaz» de la mujer gitana en su conquista por la igualdad. «Porque así es como nosotras entendemos el feminismo: igualdad de derechos y de obligaciones con los hombres, sin perder la identidad de nuestro pueblo», indica Borja. Y para ello hay que erradicar tópicos y derribar viejos comportamientos. Tanto de puertas para afuera como entre las propias percepciones de la comunidad. 

«Las mujeres gitanas hemos vivido una revolución de seda, hemos avanzado, aunque todavía nos queda camino. Hace unos años, siempre íbamos con faldas. Y, poco a poco, nos hemos puesto pantalones. Al principio decíamos que es que hacía frío para llevar a los niños al colegio, que era un segundo para salir a la calle... Así hemos conseguido que ahora llevemos vaqueros y mallas con naturalidad. Puede parecer un gesto mínimo, pero ha sido fundamental para cambiar mentalidades», explican varias de las participantes en la cita, presentada por Elena de la Fuente, de la Asociación de Mujeres de La Rondilla. 

«Las gitanas tenemos que saber educar a nuestros hijos y a nuestras hijas, tenemos que pelear por la igualdad desde que son pequeños. Y esa igualdad la tienen que ver en casa. Si yo trabajo fuera, cuando vuelvo me gusta encontrar la casa limpia, la cena hecha. Si el marido te quiere, lo va a hacer sin que haya que pedírselo;así es como se avanza en la igualdad», explica Borja.
Apoyo a la huelga feminista del próximo 8 de marzo
La Asociación de Mujeres Gitanas Feministas de Valladolid se ha adherido a la huelga convocada el próximo 8 de marzo, «porque compartimos las reivindicaciones» de igualdad laboral, lucha contra el maltrato y acoso, y por la visibilización del trabajo invisible y no remunerado que muchas mujeres hacen en su casa y como cuidadoras. «Pero, además de eso, las mujeres gitanas tenemos que reivindicar aún más cosas», aseguran desde el colectivo.«Nuestro camino es aún más largo. Mientras que el feminismo, en general, clama contra la brecha salarial, nosotras aún tenemos que levantar la voz para acceder al mercado de trabajo sin discriminación por ser gitanas», añaden. 
Pero, para ello, las mujeres gitanas reclaman el apoyo del movimiento feminista general, «porque en su lucha parece que a veces somos invisibles». «Necesitamos que la sociedad nos eche una mano porque nosotras solas no podemos.Queremos avanzar y necesitamos que otras mujeres nos den la mano. Caminar juntas en las reivindicaciones. Pero a veces es difícil conseguirlo porque te encuentras enfrente con un puño cerrado», cuenta Loles, quien recuerda que el pueblo gitano,«por desgracia, carga todavía con muchas piedras en la mochila, después de años de persecución e incomprensión». «En ocasiones tenemos la sensación de que el feminismo se ha olvidado de nosotras, de que el traje que ellas defienden nos queda un poco grande porque hay reivindicaciones que ellas apenas atienden porque ya las dan por superadas», se aseguró durante el encuentro. 

Samantha García (Madrid, 1992) reivindica los pájaros en la cabeza. «Me han dicho muchas veces esa frase y es la que más odio con diferencia. Que me olvide de ciertas cosas, que no haga esto, que no piense en lo otro. Que me quite los pájaros de la cabeza. Y no quiero. Yo quiero inteligencia, frescura, coraje», dice Samantha, quien estudia cuarto de Dirección de Escena y Dramaturgia en el Miguel Delibes. «Desde pequeña quise dedicarme a escribir porque quería que mis personajes fueran libres para hacer y decidir lo que quisieran. Y eso lo quiero aplicar para mí. Voy a vivir mi vida como quiera. Mi cuerpo es mío. Mi voz es mía. Voy a salir, voy a viajar. Y no por eso soy peor gitana ni peor mujer», exclama Samantha, quien resalta el apoyo que siempre ha encontrado en su casa.

Su madre, Estrella Marinkovic (Salamanca, 1972), subraya que su hija no es un caso extraordinario, puesto que «cada vez es mayor el número de mujeres gitanas universitarias». El de la educación y la formación es un escaparate inmejorable para «que se refleje de lo que somos capaces y de las trabas que tenemos que superar». 

También entre las propia comunidad gitana. «La palabra feminismo asusta a muchos hombres y no tendría que hacerlo. Feminismo es reivindicar la igualdad para las mujeres», asegura Amparo Borja, quien ha trabajado por extender este mensaje en la Fundación Secretariado Gitano, en Movimiento contra la Intolerancia, como colaboradora de JuanSoñador o en diversos colectivos feministas.
«Es verdad que pertenecemos a otra etnia, pero somos mujeres como cualquier otra. Queremos reivindicar nuestros derechos. Somos mujeres y gitanas», exclama Loles, quien lamenta que, en ocasiones, no encuentren apoyo femenino. Como aquella vez con el trabajo como limpiadora, «cuando la etnia pesó más que la valía».

 O como aquel otro caso en el que, dice, se vio envuelta su sobrina. «Estudiaba peluquería, fue a hacer las prácticas a La Victoria, y allí las clientas (¡mujeres!) decían que la gitana no le lavara la cabeza». Nazareth Gabarri también compartió durante el encuentro otro ejemplo de esa doble discriminación.«Me preparé para ser guarda jurado y, cuando había que hacer prácticas, las propias compañeras me decían que fuera en el coche de los chicos», recuerda Nazareth, quien resaltó el papel de la formación «para tener las mismas oportunidades que las demás». «La llave del futuro está en la educación. Tenemos que ayudar a nuestros hijos a estudiar. A nuestras hijas, para que sean lo que ellas quieran y demuestren que son tan capaces como los hombres y que, por eso, como es de ley, tienen que cobrar el mismo sueldo. El conocimiento elimina miedos y es el mejor modo de superar la exclusión», concluyen las asociaciones de mujeres gitanas.

 


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