Una prueba realizada por SOS Racismo en varias ciudades españolas refleja que cuatro de cada diez locales de ocio nocturno impiden la entrada y discriminan a los extranjeros por motivos étnicos
Entrada de discoteca española. Exterior noche. Una pareja de amigos intenta franquear la puerta y se topa de frente con varios porteros, que se hacen a un lado. El guion sería realista si los dos jóvenes con ganas de juerga fuesen españoles. O, dicho de otro modo, autóctonos de piel lechosa. En caso contrario (pongamos que son subsaharianos, magrebíes o latinoamericanos), las trabas saltan a la vista.
- Hay que pagar entrada.
- Es necesaria una invitación.
- Tienes que estar en la lista.
- Fiesta privada: ¿me enseñáis la pulsera?
- No podéis pasar. Son órdenes del jefe, es lo que hay...
En el mejor de los casos, entran, pero el peaje es de diez o quince euros sin consumición, mientras que los blancos pasan gratis. Si el local cobra a todos los clientes, al desembolso hay que sumarle un recargo de cinco euros sobre el precio convencional. A veces no se trata de una cuestión de dinero, pues la barrera reside en la obligación de mostrar un documento de identidad que nadie en la fila ha tenido que enseñar previamente. "Procuro no salir de copas para no tener problemas, porque mis amigos me cuentan que en este tipo de locales les exigen el DNI", asegura Ass, un senegalés de 33 años que lleva cuatro residiendo en Madrid, donde trabaja con personas mayores.
Él y Jorge, doctorando en Física peruano, forman una de las parejas que este pasado fin de semana ha desplegado SOS Racismo en cinco ciudades españolas para realizar un test de discriminación por motivos étnicos en el acceso a locales de ocio nocturno. Para certificar que las razones por las que les impiden el acceso o les hacen pagar una entrada son racistas, una pareja de control, formada por españoles, accede previamente a los establecimientos.
El resultado es desalentador: cuatro de cada diez discotecas deniegan el acceso o exigen requisitos sólo a los extranjeros, lo que ha llevado a la organización a denunciar "un uso incorrecto y abusivo del supuesto derecho de admisión".
Como la frontera es difusa y las excusas abundan, las parejas han esmerado su vestuario para evitar otras posibles causas de discriminación. Dado que el club no está lleno ni ha superado el horario de cierre y la pareja de turno es mayor de edad, no ha consumido alcohol, se comporta de manera educada, no porta armas, está dispuesta a abonar la entrada y va hecha un pincel, la conclusión es clara: la diferencia de trato responde exclusivamente a sus rasgos físicos. Sin embargo, rara vez hay una negativa explícita sino que se enmascara con las excusas más peregrinas, como el socorrido "aquí no se entra con zapatillas".
Le sucede en A Coruña a la pareja marroquí, mientras que la senegalesa y la latinoamericana tienen la mala suerte de coincidir con una "fiesta privada" en la misma discoteca, la que mejor calza del Orzán. Los gallegos, tras entrar sin problema alguno, piden la hoja de reclamaciones, pero los porteros alegan en principio que sólo están obligados a entregarla si son clientes. Tras una llamada a los municipales, afirman que no disponen de copias para todos y, finalmente, terminan echando balones fuera: habían pensado que los coruñeses eran unos invitados al sarao improvisado.
Esa visión nocturna, lindante con la videncia, también destaca entre los porteros de un bar de copas barcelonés, que permiten la entrada a los autóctonos pero no dejan pasar a tres parejas de Ecuador, Marruecos y Senegal-Camerún. Una cuarta, compuesta por gitanos, tampoco accede. Razón: ninguna figura en la lista. "¿Pero cómo pueden saber que no estamos en ella si no la han consultado?", pregunta infructuosamente uno de los participantes en el test.
"La denegación no se expresa de manera explícita sino que se esconde bajo una serie de excusas habituales", explica Mikel Mazkiaran, secretario general de la federación estatal de SOS Racismo, presente en la prueba realizada en Donosti. Comunes, pero absurdos, como el pretexto que le espetaron a un senegalés en un club ubicado en La Rambla: "A la discoteca no se viene solo".
"Es necesario contar con instrumentos legales eficaces para denunciar estos abusos, por lo que reclamamos al Gobierno una ley integral para la igualdad de trato y la no discriminación", añade Mazkiaran, quien hace un llamamiento a las autoridades locales para que controlen a los locales y eviten estas prácticas. Excepto en Madrid, los resultados del test reflejan que son frecuentes: A Coruña (dos establecimientos de cinco negaron el acceso), Donostia (uno de cuatro), Barcelona (tres de cinco) y Zaragoza (uno de nueve, si bien la responsable de la prueba matiza que la afluencia a los locales de ocio resulta tan baja que no suele haberobjeciones).
En el caso de la capital, la mayoría de los convocados no ha podido acudir a la cita. La única pareja extranjera, formada por un peruano y un senegalés, accede sin impedimentos a cinco discotecas del barrio de Salamanca. Queda por ver qué habría ocurrido si lo hubiesen intentado parejas integradas sólo por latinos, subsaharianos, magrebíes y gitanos. Jorge, en todo caso, reconoce que no ha tenido ningún problema durante su estancia en Madrid, donde reside desde hace dos años y medio. En resumen, siete locales de 28 impidieron el acceso, mientras que tres fueron discriminatorios, pues exigieron la documentación u obligaron a pagar más cara la entrada.
Durante la prueba llevada a cabo por SOS Racismo, que no observa una discriminación especial hacia ningún colectivo determinado, han ejercido como testigos varios periodistas y activistas por los derechos humanos. Público ha acompañado en Madrid a los miembros de la organización, que brindará los servicios de un abogado a las personas que hayan sufrido discriminación y quieran presentar una denuncia.
http://www.publico.es/actualidad/525900/discotecas-de-blancos-prohibida-la-entrada-a-negros-magrebies-y-latinos
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