¿Se siguen reproduciendo los estereotipos de género tradicionales en las aulas?
Sí, por supuesto, y muchísimo, pero porque se siguen reproduciendo en la sociedad y en la cultura. Hay que tener en cuenta que en el aula no trabajamos más que con la herencia cultural. Nuestra labor es, por un lado, transmitirla, y por otro lado cuestionar y generar un pensamiento crítico sobre ella. Pero en el momento en el que estamos transmitiendo una herencia cultural que está llena de roles y estereotipos de género esto entra en el aula de lleno.
¿De qué forma?
De forma explícita: en los contenidos, en los libros de texto, en el lenguaje… y por otro lado en la parte más implícita, en cosas que no vemos, que a los propios profesores y profesoras nos cuesta darnos cuenta que estamos haciendo. No se valoran igual las acciones de los niños y las niñas: cómo les evaluamos, qué espacio les damos en el aula, cómo dejamos o promovemos que se expresen, cómo regañamos a unos y a otras, etc. Los profesores y profesoras somos un modelo y un semáforo que está emitiendo señales a los y las alumnas constantemente.
¿En los espacios de recreo se manifiesta también una desigualdad de género?
Los niños reproducen lo que ven pero, además, las escuelas organizan los espacios de juego de una determinada manera y eso sí que es una decisión pedagógica. ¿Por qué todos los recreos de todos los colegios tienen un espacio enorme asfaltado y con un campo de fútbol en medio? ¿Por qué no hay zonas verdes o espacios polivalentes? Estamos hablando de espacios de juego y al aire libre normalmente. Los niños y las niñas de forma libre eligen a qué jugar, pero la escuela está mandando mensajes de cuál es el centro de este juego, quién ocupa y qué ocupa ese espacio de juego, y todo lo demás queda relegado.
¿Cómo podemos incentivar un espacio coeducativo?
Juegos de pelota hay miles, no tiene por qué existir un campo de fútbol siempre. Hay muchos juegos de pelota que no están marcados por los estereotipos de género. Hay que replantear el espacio del patio porque no puede ser que reine el asfalto en ellos. Deberíamos introducir espacios verdes porque los niños y niñas, sobre todo de las ciudades, viven rodeados de demasiado cemento.
Algunos centros que han trasladado el debate feminista a las aulas señalan que los chicos se sorprenden de las situaciones que viven sus compañeras. ¿A qué cree que se debe?
Uno necesita una teoría armada para ver cosas que se han convertido en invisibles. Si no tienes una teorización detrás y eres consciente de la jerarquía de género, es difícil verlo. Y es mucho más difícil si te pone a ti en una posición de privilegio y te cuestiona ese privilegio. Para los hombres, hasta que no sufren determinadas situaciones es muy complicado asumir que están en una situación de privilegio y darse cuenta de hasta dónde llega esto. Hemos naturalizado las relaciones sociales y nos parecen normales muchas cosas que no lo son como quién es el centro de la familia y por qué. Es muy sorprendente para los niños, pero también para los hombres adultos. Ellos no se dan cuenta que tienen actitudes que rozan el acoso con las mujeres y esto ha estado súper normalizado. Hay que cambiar la mirada y ver que el marco en el que se producen estas situaciones es claramente jerárquico y este marco de desigualdad es difícil de asumir.
¿Es posible revertir la naturalización de estas actitudes desde las aulas?
¡Por supuesto! Esto es todo educación y aprendizaje. No hay ni un solo elemento biológico o natural que hable de que un sexo está por encima del otro. Como esto no se da por naturaleza, todo es construcción social y cultural. Y si esto es así significa que es revertible, a través de la educación y a través de la cultura. No queda otra: desaprender un montón de cosas que hemos asumido y aprender de nuevo a funcionar de otra manera.
Y, ¿ de esto solo se tiene que encargar la escuela?
Esto interpela a todos los agentes sociales: los cambios de mentalidad no suceden de un día para otro y no suceden por barrios. Los cambios son globales si toda la sociedad acompaña ese cambio. La escuela tiene un papel fundamental, por supuesto, pero no solo es responsabilidad de los centros educativos. Hace falta una gran alianza para acabar con la cultura machista. Hasta ahora no ha habido una presión social que pusiera el foco en este problema y exigiera tomar medidas. Esto no será a corto plazo, pero hay que hacer un aprendizaje nuevo.
¿Por dónde podemos empezar a hacerlo dentro de las aulas?
Por formar a los docentes, y de forma adecuada. En muy pocas universidades se imparte formación específica para la igualdad. Necesitamos mucha formación que tiene que ver con el análisis general, pero también de práctica pedagógica. ¿Qué debe cambiar un maestro en su día a día para revertir esta reproducción de roles? No podemos pedir a los docentes cosas que nunca han visto y que no saben cómo abordar.
¿La comunidad educativa está sensibilizada con las reivindicaciones feministas?
Es difícil hacer un autoanálisis de este tipo. Si tú le preguntas a cualquier maestro o maestra si discrimina a las niñas, te dirá que no, que trata a todos sus alumnos por igual. Porque si no tienes la formación es muy difícil que detectes estas conductas y es muy doloroso darte cuenta como profesor que estás reproduciendo roles machistas y que eso está impactando negativamente en un parte de tu alumnado. Cada vez somos más conscientes, pero esto solo no es suficiente.
Si estuviera en su mano, ¿qué 3 pasos daría para acabar con las discriminaciones sexistas desde la educación?
Lo primero que haría sería formación intensa, inicial y permanente. Que todo el mundo tenga que hacer esta formación y que sea de forma pausada y receptiva. Esto sería la base. A partir de ahí propondría tener un hueco para promover el pensamiento crítico entre los y las alumnas. Ahora mismo no existe un espacio o asignatura en el que se fomente el análisis, la crítica, el debate. En toda Europa esto está muy naturalizado y asumido. La escuela no puede transmitir conocimiento y ya está, sino que debe formar ciudadanos y ciudadanas.
Y ¿por último?
Revisar quién está haciendo qué en educación. Es muy preocupante ver que a las niñas no se les hace interesante estudiar ciencias. También lo es ver que, pese a que la mayoría de profesionales de la educación son mujeres, en los puestos directivos siempre hay hombres. Son cosas que hay que abordar sí o sí. Hay que poner en marcha mecanismos que regulen el acceso a los conocimientos en esta clave para las mujeres.
Hace mucho hincapié en la importancia de educar ciudadanos críticos. ¿Cómo propone hacerlo?
Aquí está todo inventado y ya hemos visto que lo transversal no funciona. Hay que poner una asignatura con un currículum armado y con horas de trabajo, que toque todos los temas relevantes de ciudadanía: igualdad, tecnología, participación, etc.
Es docente de TIC, género y educación… ¿es diferente el uso que hacen de las TIC los niños y las niñas?
En el colegio se hace un uso escaso e incorrecto de las tecnologías. Los chavales viven con tecnología y debemos integrar esto como un elemento más en el que pensar y con el que aprender en la escuela. Ahora mismo la tecnología está en la vida de los niños y niñas, pero fuera de las aulas. Respecto a los comportamiento y a los usos que les dan, sí, hay diferencias. Ellas están más educadas en temas de relaciones y ellos lo usan más para jugar.
¿Cómo trabajaría en este campo la coeducación?
Lo que hay que trabajar es, principalmente, qué queremos hacer con la tecnología. Esto va a ser igual para niños y niñas. Es importante dejarnos de discursos alarmistas y mandar a la policía a dar charlas a los colegios sobre seguridad en las redes sociales. Los discursos alarmistas y las prohibiciones no nos ayudan, porque no educan. Debemos transmitirles que las tecnologías son una herramienta más del ámbito social, y estas herramientas pueden ayudar a combatir actitudes sexistas o no, lo que es seguro es que amplifican los comportamientos. El acoso ya existe en la vida real, pero en las redes se amplifica. Es necesario que haya espacios de reflexión organizada para que los niños y niñas tengan una visión crítica y propia de todo esto.
Abordar la educación afectivo-sexual en el aula, ¿puede ayudar a mejorar las desigualdades de género?
Por supuesto. Nos da miedo, pero es totalmente necesario. En cuanto abordemos la educación afectivo-sexual en el aula los niños y las niñas dejaran de aprender cómo comportarse sexualmente a través de vídeos porno, que es una sexualidad totalmente ficticia. Necesitamos poner esta educación encima de la mesa, son cosas que forman parte del proceso de crecimiento y desarrollo de cada persona. En la medida que entendamos cómo funciona nuestro cuerpo, nuestra sexualidad y nuestro afecto, estaremos previniendo muchísimo todo el tema del acoso sexual.
¿Por qué cree que da miedo abordar estos temas en el aula?
Porque no tenemos formación para ello. Nadie en la formación inicial habla a los futuros docentes de temas de sexualidad ni de afectividad de los niños y niñas en su proceso de maduración. Y también porque venimos de una tradición religiosa muy dura y de 40 años de dictadura que ha provocado que durante muchas generaciones este haya sido un tema tabú.
En el resto de Europa está totalmente normalizado y nadie se rasga las vestiduras porque haya educación afectivo-sexual en los centros educativos.
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